CON LA MIRADA ATRAS - Capítulo 1º - POBRE , TRISTE y GRIS

Estaba sentada en un sillón del salón de su casa colocando en un álbum las fotografias que hasta ese momento habían dormido en una caja de zapatos.
Tenía todo el tiempo del mundo. Había llegado a esa edad en que las obligaciones que el trabajo te impone habían dejado de existir y en la que la sociedad te "vende" que ahora puedes realizar todo lo que  durante años habías soñado y no pudiste cumplir, pero ¿ahora?. Te sientes vital, despejada, sin ataduras y también con poco poder adquisitivo.
La mayor ilusión de su vida cuando llegara esta edad era la de viajar, conocer Jerusalen. Quería ver in situ todas las enseñanzas que había recibido en el colegio de monjas en el que fué educada la primera parte de sus estudios. El resto los realizó en un Instituto de segunda enseñanza en el que te sentías más libre, en parte también porque tenías más edad.
Cogió una fotografía de unas amigas de su madre que había olvidado, y rompió a reir

--¡ Cómo es posible que todavía ande ésta por aquí!  Con lo que la buscó mi madre...

Levantó la cabeza de la foto y por unos instantes volvió aquellas fechas.  Era muy pequeña, pero aún recordaba los rumores que corrían por Madrid de que las cartillas de racionamiento iban a ser anuladas, y al fin se podría comprar la cantidad de comida que quisieras y no la que desde el gobierno te habían tasado.
Pero el dinero era escaso,España estaba empobrecida y no había trabajo y si mucha miseria.  Los hombres empezaron a emigrar principalmente a América : Argentina y Venezuela fueron los principales destinos elegidos , en los que las noticias que llegaban eran de que allí te hacías rico enseguida, que podías comer pan blanco y había trabajo de sobra.  Menos lo de hacerse rico, todo era verdad y en cierto sentido también disfrutabas de un a posición económica bastante desahogada puesto que había trabajo y lo pagaban bien.
Corrian los años 50, que fueron los  de la primera oleada de emigrantes, porque en los 60 también hubo otra , pero ésta hacia Europa, en que no fuimos tan bien recibidos, pero eso es otro cantar.

Vista de La Gran Vía madrileña en los años 50
                                                    (imagen 20minutos.es)
Muchachas paseando por La Gran Vía en los años 50
(imagen juangavasa.blogia.com)

Marquesina del Metro Gran Via(Red de San Luis) confluyendo con la calle de La Montera, años 50
(imagen urbanidades.wordpress.com)

También su familia tuvo que emigrar, pues la guerra civil había aniquilado los negocios de su padre y por motivos políticos causaron la más absoluta ruina de la familia.  El padre era una persona culta, con gran poder de comunicación y amistades de muchos años con las esferas salientes de la guerra civil. Conocía al cónsul español de La República Dominicana ( en aquella época gobernada por Trujillo). Se entrevistó con él con el fin de recabar información acerca  de los medios que podían tener para subsistir si emigraban. Santo Domingo, como entonces se llamaba, estaba empobrecido también y los medios para desenvolverse eran escasos, por lo que desistió de aquel pais.
La situación era apremiante y entonces recurrió a otra amistad, casi familia, que desde que terminó la guerra vivía en Buenos Aires, y allí recaló toda la familia, no sin infinitas dificultades de trámites burocráticos.
Llegaron en el mes de Julio, en un día lluvioso y plomizo (recordemos que allí es invierno en esa época).
Nunca habían visto  un puerto tan grande, con tanto tránsito de gentes,  emigrantes como ellos. En sus rostros se reflejaba la incertidubre y el desasosiego de una nueva vida. Iban sin dinero, sin trabajo y con muchas esperanzas.  La ciudad se les vino encima: era grandiosa, moderna, dinámica y rec ordaron la sensación que tenían las gentes de los pueblos cada vez que llegaban a Madrid, esa misma impresión fué la que tuvieron ellos.
Desde el puerto, en que fueron recibidos con inmenso cariño por los amigos antes referidos,  hasta llegar a donde iban a vivir, tardaron más de dos horas sin dejar de tomar colectivos(allí les llaman así, aquí autobuses). Metro solamente estaba en el centro, que también tomaron,  y se quedaron asombrados de lo magnífico que era. Limpio, espacioso, y precioso, todo lo contrario del que habían dejado en Madrid. Cada estación estaba decorada con una catedral española con mosaicos, dado que el costructor fué español y era el mismo que construyó el metro de Madrid. En Barceloa aún no existía.
Poco a poco se fueron aclimatando y organizando su vida. Volvieron a reir, a ser felices, pero algo que llevamos dentro todos los españoles cada vez que salimos fuera de nuestro pais: La Nostalgia.



Esperando al colectivo (imagen blogs. educared.org)



                                               Plaza de San Martín (imagenlocuraviajes.com)


La Torre de los Ingleses (Imagen locuraviajes.com)



El Obelisco, lugar de cita de los españoles (Imagen locura viajes.com)

La nostalgia era como una garra que se pegaba al corazón y no te dejaba respirar.Ellos tenían excelente posición, sin hacerse ricos, pero tenían dinero suficiente para vivir holgadamente allí y mandar dinero a España como ahorro.  La familia en España lo estaba pasando como todos los españoles : con hambre, falta de dinero y al abuelo le aquejaban las enfermedades debido a las penurias que había pasado durante su encarcelamento por motivos políticos. Había padecido la amenaza de pena de muerte durante más de un año, y esa incertidumbre resintió su corazón. Una mañana recibieron una carta de la hemana mayor del padre en la que le notificaba el fallecimiento.
El padre era un hijo abnegado que luchó todo lo indecible por sacar a su padre de la cárcel, le costó dinero y salud, y al final lo que pudo el abuelo disfrutar de la libertad furon  muy escasos años, y eso especialmente le dolía pues se culpaba de no haber hecho lo suficiente.  El abuelo para el padre era algo especial, dado que a su madre la perdió cuando él contaba trece años y su padre lo fué todo  y su principal apoyo cuando se inició en la escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Le impulsó a presentarse a cuantos concursos de pintura había, consiguió premios muy importantes, y siempre detrás estuvieron el a poyo y el aliento de su padre y de su mujer.

Tiempo  más tarde consideraron que con el dinero ahorrado podrían volver a España y emprender de nuevo su vida, pero fué difícil, muy difícil, porque España anclada en el tiempo seguia igual : pobre, triste y gris.

Recordando todo aquello y que quedó impreso en su memoria para siempre, no pudo evitar que se le escapara una lágrima. Todos aquellos seres que formaban su familia se habían ido ya, pero volvía atrás y rememoraba lo vivido en Buenos Aires, ellos cuatro, sus padres y su hermano que formaban una piña arropándose todos. Ella como era pequeña solamente podía participar de la alegría que suponia que un domingo fueran a la Avenida de Mayo, al Café Español, a ver cómo bailaban los artistas españoles.
Los ojos de aquella niña se iban detrás de los bailarines. Era su pasión : bailar y cantar, pero ni siquiera imaginaba que estuvo a punto de alcanzar su sueño y que al final no pudo lograr, pero eso ya lo veremos más adelante.

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