COMO TE QUISE TE QUIERO / Capítulo Tercero

Calle de Fuencarral
Almudena siguió su camino yendo por Fuencarral arriba. ¡ Qué distinto estaba todo ! Fuencarral era ahora peatonal. Estaba llena de comercios florecientes y algunos de sus cines y teatros ó habían desaparecido ó se habían reconvertido.  El teatro Fuencarral, había desaparecido, los cines Roxy A y B, ahora eran pequeñas salas, el Cine Paz, el Proyecciones, etc.  Eran salas entrañables que había recorrido con sus amigas, pues eran cines de estreno a pesar de no estar en  Gran Via. Giró hacia  Eloy Gonzalo y siguió la calle hasta llegar a la de Santa Engracia y recorriendo esta última llegó de vuelta a su domicilio.

Ya era casi la una de la tarde. Había permanecido casi tres horas con sus recuerdos, con sus memorias, con Luis.  No tardaría en llegar Alberto....¡ Alberto ! , su descanso del guerrero...

-Celia, ya he llegado...
-¿Cómo se encuentra, mejor ?
-Pues no sé qué decirte. Me sigue doliendo, pero con menor intensidad. ¿ Tienes caldo?, porque me apetecería un poco de sopa
-Si. Creo que quedó un poco de ayer,  del cocido. La prepararé una sopita de fideos gordos, como le gusta
-¡ Ay Celia ! me malcria
-Señora, es que hoy la noto muy rara...
-Me he enterado de que ha fallecido un viejo amigo de juventud y estoy triste. Eso es todo
-¡ Ay mujer, cuanto lo siento !
-Son cosas que ocurren, pero nunca las esperas. Voy a echarme un poco hasta que llegue mi marido. Avíseme, por favor en cuanto llegue.

En la soledad de su habitación evocó los días navideños que vivió junto a Luis, pero no fueron los más felices precisamente.  Durante las vacaciones de Navidad no salieron a diario, pues Luis siempre buscaba excusas para no acudir a su encuentro.

-No seas así, Almu. Son fechas muy familiares y de compromisos. Tu sabes que por la posición de mi padre tiene que acudir a cenas y comidas con clientes o con amigos y a mi me quiere introducir dentro de su círculo pues quiere que cuando acabe la carrera me vaya haciendo cargo del despacho.

Almudena no se conformaba, pero no podía hacer otra cosa.  Era la víspera del último día del año y las tres amigas quedaron citadas para acudir a la Plaza Mayor y comprar cotillones para el día 31. Luis había acudido a una de las comidas que por costumbre se celebran en la mayoria de los centros de trabajo a modo de despedir el año, y ese día Luis le dijo a Almudena que no podrían verse por ese motivo.

Iban alegres de puesto en puesto eligiendo las bromas más sorpresivas . Llevaban casi toda la tarde dando vueltas y estaban cansadas.

-Tengo un hambre que me muero - dijo Almudena a Paloma y Luisita
-¿ Por qué no nos comemos un bocadillo de calamares? - solicitó Paloma
-Estupendo, aquí son especiales, respondió  Almudena

Estaban justo a la puerta del bar. Era uno de los más populares por la calidad y abundancia de sus bocadillos de calamares fritos.  Entraron contentas y pidieron tres cañas de cerveza con sendos bocadillos.
El bar estaba rebosando de gente, y las pocas mesas que había , estaban todas llenas.  Luisita oteaba la estancia por ver si localizaba algún lugar libre.  De pronto y mirando de soslayo a Almudena dijo a sus amigas
 
-Vámonos, aquí no hay más que empujones, Vámonos
-Pero ¿cómo vamos a irnos? apenas hemos dado un bocado al bocadillo y la cerveza está entera... protestó Almudena, que giró la cabeza para ver qué es lo que había sucedido a su amiga para cambiar así de repente.

Pensaba que algún fresco se había propasado con ella aprovechando los empujones , pero se quedó helada al descubrir que en una mesa estaba Luis con una chica a la que acariciaba la mejilla y besaba su mano

-Vámonos, Almu. Vámonos.  Él no te merece. Es un caradura, un fresco, un...
-Calla, déjalo... Ya me doy cuenta... Sí vámonos. Sonriendo tristemente explicó: " de repente se me ha quitado el apetito"

Toda la alegría con la que habían entrado, se había esfumado. Paloma se situó a un lado y Luisita al otro, dejando en el medio a Almudena recibiendo el apoyo y el cariño de sus amigas.

-Está claro que en esta relación la que ama soy yo, y yo también es la que recibe sus burlas.  No debió engañarme, no debió hacerlo...

Un leve sollozo salió desde lo más profundo de su corazón. Las amigas la abrazaban pero no tenían palabras con las que consolarla.  Una hora más tarde se separaron. Carmela al ver entrar a su hija la miró a los ojos y la preguntó

-¿Qué te ha ocurrido? Has llorado, tienes los ojos rojos ¿Qué ha pasado?, por favor, hija, dímelo
-Nada, mamá, hemos discutido las chicas y yo por una tontería y me da pena
-¡ Dios mio ! ¡qué tontas sois ! -   Carmela al creerla, no averiguó nada más, y dió por buena lo que su hija la había dicho.

Al tercer día de lo sucedido Luis se puso en contacto con Almudena y la pidió verse en esa tarde

-¡ Uf ! no veas el trajín de estos días. Estaba deseando de que se pasaran las fiestas, y lo malo es que no he podido verte y pasado mañana vuelvo a Salamanca. De nuevo a estudiar
-Ya, respondió Almudena
-¿Te pasa algo, por qué estás tan lacónica?
-Luis necesito verte, y por favor, no me tomes el pelo.  Sé perfectamente que no es verdad el rollo que me estás metiendo
-¿Qué dices? Naturalmente que es cierto
-Por favor, te vi en el bar de los bocaillos de calamares y vi las caricias que dedicabas a esa chica. ¿Qué pretendes?
- ¡ Ohh !, tiene su explicación. Cielo me tienes que creer
-Está bien, te creo, pero entre tú y yo todo ha terminado
-No puede ser. Tienes que escucharme, veámonos esta tarde
-Lo siento, rey, empiezo el trabajo hoy mismo.Q ue te vaya bien, Luis.

Y colgó el teléfono sin dar tiempo a una respuesta por parte de Luis.  Él regresó a Salamanca y tardó mucho tiempo en saber de él.  Terminó su preparación y Luis su carrera.

Por la mañana trabajaba en la consulta de su padre y por las tardes acudía al hospital a ejercer de ayudante de matrona con el fin de conseguir la suficiente experiencia como para ejercer de titular.  Una mañana su padre la llamó a la consulta. Junto a él había un hombre joven y muy bien parecido

-Mira Almudena, este señor es el doctor Alberto Suárez.  Es ginecólogo y recién licenciado, así que me va a ayudar en la consulta durante un  tiempo 
-Encantada dr. Suárez
-Mucho gusto señorita

De este modo  conoció al hombre que pasado el tiempo sería el más importante en su vida.

Alberto Suárez, ginecólogo


La camaradería reinaba entre ambos doctores, pero Almudena apenas si prestaba atención  a las atenciones que Alberto la dispensaba. El joven médico trataba por todos los medios de entablar alguna conversación con ella mientras tomaban un café, o la invitaba de acudir al cine o al teatro , sin que Almudena le diera ninguna concesión.  Estaba inmersa en sus propios problemas. Una mañana camino de la consulta del hospital de La Milagrosa, en donde su padre tenía la consulta de obstetricia, se paró delante de un kiosco de periódicos y como tenía costumbre desde adolescente compró las revistas Hola y Lecturas. Las empezó a hojear mientras caminaba por Martínez Campos rumbo a Modesto Lafuente que es en dónde había comenzado a ejercer de matrona a través de su padre.  En las páginas de "Ecos de Sociedad", una chica vestida de novia destacaba de las otras fotografías:  "Pacita Vélez ha contraido matrimonio con el prestigioso abogado D. Luis Montseny, peteneciente al prestigioso despacho de abogados Montseny e hijo, de Madrid"

Se había casado y era la chica del bar. Desde el día de su ruptura no había vuelto a saber nada de él, y ahora tenía delante la reseña de su rompimiento total. Ya no había otra oportunidad. Bien es verdad que Luis no se había molestado en buscar un acercamiento a Almudena.  No podía acudir al trabajo en semejante estado de ánimo por lo que entró en la cafetería del cine Amaya y pidió un café que la estimulara , a pesar de que ella esperaba algo así.  El título de la película de aquella tarde volvió a su memoria, aquel primer beso, aquel relicario en prueba de amor para toda la vida, todo era falso. Pero no iba a llorar, porque en el fondo de su corazón sabía que ella era la que se había enamorado y,  no él. Almudena había sido un juguete fácil en sus manos. Una chica de familia sin experiencia y fácil de conquistar, pues al no disimular lo que sentía por Luis, la hacía más vulnerable.  Algo comenzó a bullir en su cabeza a modo de venganza ¿contra quién?...

-Son egoistas, embusteros, son, son...Y el rostro de un hombre moreno, de ojos negros estaba frente a sus ojos. . . a pesar de que no estaba allí... Sabía que no  era indiferente para Alberto. Aceptaría la invitación que la hiciese...En el fondo de su cabeza la palabra "venganza" comenzó a abrirse  paso, sin pensar que ella misma podría salir herida de tal aventura.

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