VOLVER A LOS DIECISIETE - Capítulo CUARTO

Aterrizaron en Roma. Carmina coincidió con su vecino del pasillo en la cinta transportadora de equipaje. Él le dirigió una amable sonrisa, y le dijo

--Feliz estancia en Roma
-- Igualmente, caballero

Cada uno siguió su camino.  Pasada la media tarde el grupo se reunió en cafetería para hacer planes y disfrutar de la noche romana; Carmina no les aompañaría. Estaba cansada y al día siguiente tenían que madrugar para iniciar su periplo. Tomó con ellos una copa y luego se despidió deseándoles una grata velada. Ella se dirigió a su habitación. Bajaría a cenar al restaurante del hotel y posteriormente se acostaría.

El camarero la acomodó en una mesa de un solo comensal, Frente a ella estaba sentado observándola su vecino del  avión que con una sonrisa le brindó la copa que estaba tomando e indicó al camarero que sirviera a la señora lo que ella desease.  Pidió  lo mismo que él estaba tomando y le dió las gracias con el mismo gesto que él le hiciera anteriormente.  Cenaron por separado, pero al café, él se le acercó diciéndole

Adolfo levantó su copa a modo de brindis

Carmina correspondió al saludo


-- No me creerá, pero ya he descubierto en dónde nos vimos. Desde que estábamos en el avión, mi cabeza no ha dejado de pensar porqué me era conocida su cara, bien pues ya lo sé.  Usted es la dama que me echó una buena bronca en el restaurante Jockey de Madrid ¿ recuerda ?
--¡ Oh Dios mio !, cierto. Es verdad !. No sabe cuanto lo lamento debí callarme, en definitiva es un problema que no me incumbía. Lo siento muchísimo
--No, pero lo más gracioso es que se dirigió a mi, que soy soltero y sin ataduras, y mi amigo era el de la infidelidad. Ja, ja, ja
-- ¡ No me diga eso ! Sabe Dios lo que pensaría de mi...
-- Pues..., mejor no se lo digo, dijo riendo a carcajadas. Su risa contagió a Carmina que también rió con la metedura de pata.

-- He de decirle que tengo una justificación para reaccionar así, pero eso ya pertenece al pasado.
--¿ No sale con sus amigos a conocer la noche romana?
-- No,  estoy cansada y mañana empezamos la ruta. Yo ya conozco esta hermosa ciudad. Vine muchas veces con mi marido
-- ¿ Dónde está ? ¿ se han divorciado ?
-- No, no. Aunque quizás lo hubiésemos hecho, quién sabe. Soy viuda, pero si hubiese sabido lo que después averigüé creo que ahora no seguiría casada con él.  En fin, cosas que se dan cada día en la vida
-- ¡ Vaya ! lo lamento. He sido muy indiscreto
-- No tiene importancia. Ha pasado mucho tiempo. Sólo quiero quedarme con lo mejor, aunque a veces es difícil.  ¿ Y usted tampoco sale ?
-- Ni hablar. Tengo que trabajar. Tengo un caso difícil y poco tiempo. A propósito, soy abogado. me llamo Adolfo Mínguez
-- Yo me llamo Carmen, pero todos me llaman Carmina
-- ¡ Carmina !, me gusta.
--¿ Desea tomar alguna cosa, una copa, otro café ?
-- No muchas gracias. Voy a retirarme. Si me disculpa...  He tenido mucho gusto, Adolfo. Le deseo el mayor de los éxitos en su gestión
-- Gracias Carmina, descanse y feliz estancia en Italia.

El la vió irse en dirección al ascensor.  ¡ Vaya mujer atractiva !, es lo que pensó interiormente.
No volvieron a encontrarse y día tras día, se cumplieron los quince de las vacaciones de Carmina. El viaje se le había hecho corto; había disfrutado mucho, a pesar del ronroneo del viudo que no dejaba de mosconearle.  Ella se lo tomaba a broma, pero sin permitir que las cosas fueran a más.  Y por fín ya estaban de nuevo en Barajas. La inyección de autoestima había surtido efecto. Venía contenta y pletórica de satisfacción, cosa que alegró a su familia. Tenía un brillo especial en los ojos y al sonreir se iluminaba su cara. Hacía muchos años que no se sentía tan satisfecha.Manoli y Ramón fueron a recibirla al aeropuerto. A sus  hijas se lo imposibilitó el trabajo, pero también les acompañaban los tres pequeños diablillos deseosos de abrazar a su abuela..  Luis llegó sofocado al recibimiento pues fué sorprendido por un atasco, cómo no, en la autovía a Barajas

-- Casi no llego...
-- No te preocupes, le dijo Ramón. Aún no han recogido el equipaje

Las puertas se abrieron y ante ellos una desconocida Carmina les dejó boquiabiertos

-- Pero ¿ dónde está la decrépita suegra que marchó a Roma?
--¡ Ramón ! exclamó Carmina abrazándose a todos
-- ¡ Mis niños !

Los tres diablillos saltaron sobre ella para darle el abrazo más fuerte. Carmina estaba emocionada. Sabía que era muy querida por su familia, pero nunca imaginó que lo era tanto. Apenas habían pasado unos pocos días, pero el cambio en ella era notorio.  Cuando llegaron a casa, llamó a sus hijas y quedaron en que irían a comer todos juntos. Tenía que contarles las novedades del viaje y recoger los regalos que traia para todos ellos.  La sobremesa duró hasta bien pasada la tarde. Su hija menor la miraba muy complacida, pero Raquel no tanto. Sospechaba que algo había cambiado en la vida de su madre, y tenía miedo de que borrase su vida anterior.  No dijo nada, hasta que estuvo a solas con su marido, y aún así tuvo que ocultar parte de su pensamiento, pues sabía que Ramón estaba totalmente de parte de su madre.

Con el Otoño, llegó la época de ópera en El Real y aquel día representaban Madame Butterfly, su ópera preferida . En las taquillas del teatro sacó su entrada y a continuación decidió tomar un aperitivo en el Rincón del Alabardero, en la Plaza de Oriente.  Tenía que repasar su armario ¿ tenía el vestido adecuado para ir a la ópera?  Repasó mentalmente  su vestuario y encontró uno negro, algo descotado muy favorecedor. Con un ligero abrigo de entretiempo estaría perfecta.

Se vistió cuidadosamene, acentuó algo su maquillaje y dió media vuelta delante del espejo,  preguntando a Manoli

-- ¿ Qué tal estoy ?
-- Si esta noche no le sale novio, es que los hombres se han quedado ciegos en Madrid
-- ¡ Manoli !, como te oiga Raquel te fulmina...ja,ja,ja
-- Yo sé lo que me digo. Está guapísima y parece que ha rejuvenecido diez años
--¡ Ojalá !, aunque me siento como si los tuviera. Estoy llena de energía y de ganas de hacer cosas. Hasta he pensado en apuntarme a una ONG y marchar a Africa o a Suramérica...
-- No lo dirá en serio
-- La verdad es que es una broma. No podría vivir sin mi familia, sin mis niños...

Se puso el abrigo, cogió el bolso y salió rumbo al Teatro Real.  Acomodada en su asiento, paseaba la mirada por las butacas cercanas. No tenía otra cosa qué hacer. El programa lo había leido y releido. Observó a una pareja que elegantemente vestidos se acomodarón dos filas delante de ella

-- ¡ Vaya ! es Adolfo con una dama..., sonrió. No imaginaba que aquél atractivo otoñal saliera con una mujer algo más jóven que él. 
-- Y por qué no. Es un hombre apuesto y libre. A pesar de que no quería ataduras....  En el fondo todos los hombres son iguales: les pierde lo que les pierde.

Sumida en sus pensamientos no se dió cuenta que el tal Adolfo había girado la cabeza para ver si a su alrededor hubiera alguien a quién conociese. Allí estaba ella, elegantemente vestida y muy guapa. Por un momento se quedó parado al darse cuenta que ella le miraba pero  " no le veía ". Agitó ligeramente una mano para saludarle y fué en ese momento cuando Carmina inclinó su cabeza para corresponderle.

En el intermedio de la obra él salió al vestíbulo con el fin de saludar más formalmente a Carmina. Su acompañante no había querido abandonar su asiento.  Y allí estaba ella en la barra del bar pidiendo un zumo de piña

-- ¡ Hola, cómo está !
-- ¡ Hola Adolfo ! muy bien y tú

Le había tuteado, era la primera vez y no le disgustaba. Las formalidades de protocolo, las justas, y ya eran "antiguos" conocidos.


Pedía un zumo de piña...

Carmina no le tuteaba, y le agradó


-- ¿ Te gusta la ópera ?
-- La verdad es que me gustan ciertas óperas, como por ejemplo ésta. Es mi favorita, a pesar de que siempre que la veo me toca llorar
-- ¿ Lloras ? ja,ja,ja
-- Si, me da mucha pena Butterfly
--Bueno ¿ qué tal te va, qué tal Roma ?
-- Maravillosamente bien. Lástima que pasó tan pronto

En ese moimento sonaron los timbres que avisaban que de nuevo comenzaba la representación.

-- Podemos darnos los teléfonos y quedar un dia ¿ te parece ?, solicitó Adolfo

Deprisa y corriendo, en una servilleta intercambiaron los números, pero ninguno de los dos hizo uso de ellos, hasta que una mañana, por casualidad...

Eran los últimos días de Octubre, de un mes suave y precioso del otoño madrileño. Con un libro bajo el brazo, Carmina se encaminó al parque de El Retiro.  En esa época es una maravilla contemplarlo  que luce maravilloso. Tomó un café en un kiosco, junto al estanque, mientras leia el últmo capítulo de la novela que le habían recomendado. Era una historia preciosa, de amor con final feliz, como a ella le gustaban " para desgracias, ya tenemos la vida real", comentaba. Las películas le gustaban con los mismos temas; quizás ella deseaba en el fondo que la vida fuera igual, aunque no era asi.

Le daba el sol en el rostro y protegía sus ojos con unas gafas que había comprado en Roma. Al cabo del rato decidió que iría hasta el Paseo de Coches. ¿ Por qué eligió esa ruta ?, no sabría explicarlo, simplemente la eligió.


Nunca podría explicar porqué eligió aquel paseo


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