VOLVER A LOS DIECISIETE - Capítulo SEXTO

Nerviosa, pero segura del paso que iba a dar, esperó a que Adolfo teminase con los trámites pertinentes.  Efectivamente era totalmente anónimo.  Sin nombres, sólo un número, sin identificaciones, sin nada. Podrían entrar y salir cada vez que ellos quisieran que no verían a nadie.  Era una suite elegante, moderna y grande, que tenía anexo, además del cuarto de baño, un salón con televisión y un mini bar, con cafetera,.  Sobre una mesa, había depositada una bandeja con frutas y una botella de champán que descorcharían  en un momento..  Era a todo lujo.  Ni siquiera sabía que podía existir un sitio como éste.  Quizá su marido si lo supiera... Decidió borrar de su imaginación la figura de él.  Era su noche; estaba con alguien que la agradaba y por primera vez en mucho tiempo le iban a hacer el amor y ella lo iba a recibir.  Ya instalados, Carmina le dijo:

-- Un momento, tengo que llamar a casa  para que no me esperen a dormir -.  Cogió su teléfono móvil y marcó el número de su domicilio


-- Dígame
-- Manoli, soy Carmina. Mira esta noche no iré a dormir a casa
--¿Le ha ocurrido algo
-- No, estoy bien. Es que estamos fuera de Madrid y haremos noche aquí. Te aviso para que no estés intranquila
--¿Estamos?
--Si. Un amigo y yo
-- ¡ Vaya ! Ya era hora. Cuídese
-- ¡ Manoli !... , Bueno...,  hasta mañana. Cuídate tú también

Cuando colgó, Adolfo notó que se había puesto nerviosa. Comprendió que era un gran paso el que Carmina estaba dando. No se atrevía a mirarle y se ruborizaba como una colegiala
-- ¿ Qué te ocurre ? Si no quieres estar aquí, lo entiendo, nos vamos y no pasa nada
-- Si, si quiero estar aquí. Sólo que es una situación insólita para mi... nunca he vivido algo así. Te ruego me perdones, no es por ti...
-- Lo entiendo.  ,Mírame

Carmina temblorosa levantó la mirada hacia él. Adolfo con una dulce sonrisa acariciaba sus mejillas. Nunca como en ese instante parecía una jovencita asustada,  que iba a tener su primera experiencia amorosa. Suavemente la abrazó estrechándola contra su pecho. Dulcemente comenzó a besarla, a decirle palabras amorosas y tiernas.  Pequeños y dulces besos, jalonaban su garganta y sus labios.  Las caricias se sucedían y las palabras de amor también.  Ella entornaba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás como queriendo absorber el momento.  Nunca antes había tenido un preludio como este.  Sin poder evitarlo, hizo comparaciones y se dio cuenta de que lo que estaba viviendo si era ternura y amor, lo otro era sexo para satisfacer a una sola persona, sin tener en cuenta las necesidades de la otra.


Lentamente comenzó a desabrocharla el vestido mientras acariciaba su espalda.  Tenía la piel tersa y suave, y Adolfo cada vez sentía que aquella mujer iba a tener la primera experiencia sexual de toda su vida.  No era vírgen, era cierto, pero no había dejado de serlo en lo referente a la necesidad imperiosa de la Naturaleza, y que su marido no supo o no quiso satisfacer como ella deseaba.  .Y así,  sin darse cuenta se dejó hacer y lentamente fueron despojándose de sus ropas.  Adolfo acariciaba su piel, mientras la besaba en las mejillas, en los ojos, en los labios, en el cuello.  Lentamente con sus besos iba recorriendo aquel cuerpo adulto, transformado de pronto en una jovencita.  No quería violentarla, por eso aunque se moría de ganas por contemplarla, , se contenía para que ella se relajase y dejase de temblar.  No quería fijar su mirada en alguna parte determinada de su anatomía, de momento no. Ya habría tiempo para recrearse en ella. Tenía un bonito cuerpo, cuidado y esbelto..  Deseaba  acariciar cada centímetro de piel.  De hacerla ver que todo eso era normal y permitido, que no cometía ningún delito si él la tocaba y ella hacía lo mismo con él. Iría despacio; tenía toda la noche para llevarla por el camino de la sexualidad.  Merecía ser feliz, tener el  placer que le habían negado, y él estaba allí para dárselo, sin reservas, sin obstáculos.  Tenía mucha experiencia en tratar con mujeres, pero nunca se había topado con una de cincuenta y pensamientos de diecisiete.  Era una rara avis en los tiempos que corrían, pero él había tenido la suerte de encontrarla y se prometió a si mismo, que aquella noche no la olvidaría nunca.  Finalmente sus bocas se juntaron y dulcemente, Adolfo la poseyó.  No era la primera vez, para ninguno de los dos, pero aquella era especial.  El,  de vuelta de muchas cosas, de los brazos de otras mujeres.  Y ella, era la primera vez que sentía la adoración, el placer  y el amor de otro hombre que no era su marido, y que éste había dejado en el camino hacía tiempo.Y tuvo realmente su primer orgasmo en mucho, mucho tiempo.  Ahora estaba segura que su matrimonio había sido un puro trámite , satisfacción carnal sólo para él.  Ahora conocía la sensación que todo lo inundaba, que la hacía retorcerse bajo Adolfo, y suspirar y gemir libremente sin tener que fingir sino dando rienda suelta a sus instintos,  a los que tenía derecho.  Arqueaba su cuerpo y él la atríia hacia el suyo. Gotas de sudor perlaban sus frentes, pero no importaba nada.  Se pertenecían el uno al otro. No importaba si cuando amaneciera tuvieran que separarse y no volvieran a verse más. Era el presente, ahora, y buscaba la boca de él con ansiedad renovada, recobrando de golpe la juventud y las energías adormecidas, y con el nombre de Adolfo en la boca, se desplomó sobre la cama y él sobre el cuerpo de ella.  Yacían uno encima del otro sin querer separarse.  Jadeantes, sudorosos, enlazaban sus manos y él miraba sus ojos, que ella tenía cerrados de puro placer y relajación.  Volvería a ser suya nuevamente, cuando las fuerzas volvieran a su cuerpo.  No había sentido un clímax más intenso nunca, y de ella no tenía ninguna duda:   nunca. Le pertenecía; aquella maravillosa mujer había sido suya totalmente, sin fingimientos, sin reservas total y absolutamente entregada al placer que él le proporcionaba con sus caricias, con sus besos, con su posesión.


Transcurridos unos momentos en que ambos se reponían, Carmina, poco a poco abandonó su vergüenza y reemplazo ese sentimiento por otro más visceral.  Quería recorrer el cuerpo de aquél hombre que era capaz de transportarla a las estrellas,  que le  había dado el placer  olvidado  hacía tiempo.  Retorcía las sábanas y suspiraba quedamente al compás de Adolfo,  que con sonidos guturales acompañaba su ritmo amoroso, y juntos alcanzaron de nuevo  el placer más absoluto, un placer nuevo y renovado para cada uno de ellos.

Ella acariciaba la espalda de él, sus muslos, sus nalgas, su pecho.. Él la dejaba hacer, y la besaba animándola a que fuera más audaz. juntaba su boca a la de ella, como sujetándola para que no huyese.  No quería soltarla.  Tenía la sensación que si lo hiciera, se le escaparía, y no quería perderla, ya no.  En esa unión se habían dado lo mejor de cada uno.  Un sentimiento puro y buscado, y al fin recuperado.  Deseaban que el reloj se detuviese, que sus cuerpos permaneciesen enlazados eternamente. .  No importaba lo que hubiera ocurrido antes de conocerse.  Su vida comenzaba allí, en aquel momento,  en el que se entregaron.. Pasado un rato, una vez recobrada la calma. Adolfo acariciaba el rostro de Carmina, con veneración.  No tenía que forzar las palabras, salían solas de su garganta, inspiradas por la dulzura e inocencia de aquella mujer necesitada de amor, un amor que ella entregó  a su marido sin condiciones y que se había visto defraudada en sus más íntimos sentimientos de mujer.

Todo había sido distinto con Adolfo.  Carmina no recordaba cuánta ternura, deseo y pasión había inspirado en sus relaciones sexuales con su marido.  No quería pensar en él. Ahora no.  Tenía derecho a ser feliz a sentir lo que todas las mujeres amadas sienten al tener relaciones con la pareja. Y él estaba allí, a su lado. Acariciando su cara , su cuerpo, sus turgencias dulcemente, con una sonrisa tierna en sus labios. La había amado y adorado con su cuerpo como nunca lo habían hecho antes.  . .  Era su momento y el de Adolfo.  No consentiría que se lo arrebatase un recuerdo ya pasado. Ni en sus mejores momentos de casada, había sentido tanto placer.  Un placer reposado, con caricias, besos y dulces palabras de amor mientras tomaba posesión de su cuerpo.

-Mi cielo... Eres la mujer más dulce que nunca he conocido. Me has hecho el hombre más feliz del mundo
- Adolfo yo...
- Schsss... Calla, no digas nada.  Solo quiero saber si te he hecho feliz.  Si te has sentido amada, porque eso es lo que te he querido transmitir.  Estoy enamorado de ti y nunca creí que volvería a tener ese sentimiento, que sólo tú  has sabido inspirar
- Nunca, óyelo bien, nunca... he sentido el éxtasis, el placer enorme de haber sido tuya. Nunca, con nadie.  No pienses que establezco comparaciones, porque no es cierto.  Ni siquiera he pensado ni en él,  ni en que estábamos haciendo algo deshonesto.  Ha sido sublime, y me he sentido amada, porque yo también te quiero.


Se amaron intensamente. No contaba la edad, eran jóvenes de nuevo dando rienda suelta a sus sentidos, al cariño que ambos sentían. Estaban en el paraíso, no existía nada más que su amor.  Pasaron todo el día y toda la noche juntos. Por la mañana salieron del hotel al igual que entraron, sin ser vistos. En sus rostros , en sus vidas había una luz distinta.

Cuando llegó a su casa, Manoli, recibió a Carmina sonriendo y,  abrazándola,  la saludó

-- Vaya, vaya.  ¡ Ya era hora ! ....
-- Manoli... vas a avergonzarme...
-- ¿ Por qué ? ... Es lo más natural del mundo entre un hombre y una mujer libres. Porque él es libre ¿verdad?
-- Si, lo es.  Ven Manoli, siéntate a mi lado. Tengo que hablarte.  No sé qué hacer, estoy muy confundida...

Narró desde el principio su encuentro con Adolfo y  confesó el amor que de nuevo había llamado a su puerta.

-- Pero sé que a pesar de todo, nuestra relación es imposible
-- ¿ Por qué ?Por lo que me ha dicho están  enamorados ¿ dónde está el imposible?
-- Está en Raquel y tú deberías saberlo
-- Pues enfréntese a ella. Defienda su relación.  Ha guardado luto durante diez años por alguien..., bueno me callo.  Ya es  mayorcita para regir su vida. Ella tiene la suya, y tiene derecho a ser feliz.  No renuncie a él si le quiere, o se arrepentirá toda la vida. - La conversación fue interrumpida por una llamada de teléfono


-¿Mamá?
-- Hola hija, ¿ estáis bien ?
-- Si, si , todos bien.  Te quería pedir un favor
-- Dime Raquel
--Ramón quiere que cenemos fuera de casa esta noche ¿ te puedes quedar con los niños ?
-- ¡ Claro ! Traédmelos
-- Gracias mamá.  Te quiero
-- Yo también a ti, hija - Al colgar el teléfono, Carmina se quedó pensativa
-- Qué,   los niños ¿ no ? ¿ se da cuenta ? Para eso mamá es estupenda
-- Calla Manoli. Son mis nietos, son mi familia
-- Tiene razón, mejor me callo. Pero es tonta, perdone que se lo diga

Los niños llegaron después del colegio.  Carmina les preparó la merienda y disfrutó con las ocurrencias de los chiquillos.  Ya por la noche recibió la llamada de Adolfo.  Se encerró en su habitación para disfrutar en la intimidad de la voz de su amado

-- ¡ Hola mi amor !
-- ¡ Hola, cariño !
-- ¿ Qué haces ?
-- Estoy con los niños.  Hoy dormirán en casa
-- ¡ Qué suerte !
-- ¡ Adolfo !
--¿ Qué ?  Hace un siglo que no te veo y te echo de menos
-- Me has visto esta mañana
-- Pues eso, un siglo ...
-- Ja, ja, ja.  Te quiero, te quiero mucho
-- Y yo, Yo también.  Muchísimo.  Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.  Mañana tengo juicios, pero por la noche ¿ nos vemos ?
-- Claro. Estoy deseando verte y estar contigo
-- ¿ Pasamos  la noche juntos?
-- No lo sé...¡ Ojalá ! ¡Te echo tanto de menos ! ...
-- ¿ Quedamos a las ocho?  Ven a buscarme al despacho y ya decidiremos ¿ te parece ?
-- De acuerdo. Hasta mañana. Te quiero
-- Yo también. Cuídate

Entró en el edificio y buscó en el panel de información la planta del despacho de Adolfo. Preguntó en información a la señorita que lo atendía por el despacho de él.  La empleada consultó su reloj y señaló a Carmina

-- Perdón, señora,  pero es un poco tarde, y en la agenda de trabajo no figura su cita
-- Lo sé. Ha sido algo inesperado.  Le ruego anuncie mi visita.  Me espera. - La secretaria hizo lo indicado y el mismo Adolfo salió a su encuentro.
-- ¡ Ah !, Amelia puede irse a casa. En cuanto termine con la señora cerraré la oficina, y cuando salga dígale por favor al conserje que no pase ninguna llamada, que no deseo ser interrumpido por nada.  Lo que tenemos que tratar es urgente y delicado.  Hasta mañana
-- Hasta mañana don . Adolfo. Buenas tardes

Carmina entró en el despacho conteniendo la risa y extendiendo la mano a modo de saludo para no levantar sospechas en la secretaria

-- Señora,  encantado


Adolfo estrechó la mano para corresponder al saludo y sin soltársela le dio un ligero tirón hasta tenerla abrazada, después de que la secretaria cerrara la puerta del despacho.  Se abrazaron y se besaron como si verdaderamente hiciera siglos que no se veían. Mientras se acariciaban retrocedían hasta un sofá.  Allí Adolfo la echó y comenzaron a besarse de nuevo, e hicieron el amor.

-- Pensé que aquí era un buen lugar, solos tú y yo.  Si no quieres ir a oro sitio...
--  Adolfo ¡ hemos hecho el amor en un sofá ! ¡ Estamos locos !
-- Si mi amor, pero bendita locura.  Casémonos y no tendremos que andar a escondidas
-- Dame un tiempo.  Tengo que plantearlo en casa
-- De acuerdo, pero no tardes demasiado
-- Anda. Deja que me arregle un poco y llévame a cenar
-- ¿ Te ayudo ?
-- Nooo, No daldriamos de aquí si lo hicieras
-- ¿ Acaso no te agrada ?
-- Sabes que sí.  Anda déjame

Cogidos del brazo salieron a la calle para ir a cenar.  Carmina recostaba la cabeza en el hombro de Adolfo mientras aguardaban que el semáforo cambiase de color.  Un coche pasó junto a ellos, que paró unos metros más adelante.  Su conductor se apeó, pero el nombre de Carmina no llegó a pronunciarlo al ver que ella se besaba con un hombre que la miraba complacido.

-- Ramón, frótate los ojos- se dijo-  ¡Tu suegra tiene novio ! Bien

Era la una de la madrugada cuando Carmina llegó a Casa.  Después de cenar pasearon sin más objetivo que el de estar juntos.  Dejó las llaves en el mueble de la entrada y cogió una nota que Manoli le había dejado

--  Ramón ha llamado. Dijo que no era importante, Que volvería a llamar por la mañana - Sonrió y se fue a dormir.  Durmió como una niña relajada y feliz.

-- Buenos días-  dijo a  Manoli que sonrió al ver a Carmina.- Llegó tarde ¿ no ?
-- Como a la una...
-- ¿ Vió la nota ?
-- Si la vi. ¿ No dijo lo que quería ?
-- No. Sólo que volvería a llamar

Carmina estaba radiante.  Definitivamente, la tristeza había desaparecido de sus ojos.  El brillo de sus pupilas era evidente y la sonrisa permanente en su rostro indicaban que era plenamente feliz.  Manoli nunca la había visto tan bonita y tan sonriente.  Se alegraba por ella, quizá nadie sabía lo mal que  lo había pasado. Merecía esa felicidad.  "Bendito sea el tal Adolfo que la hace tan feliz ".  Pero... tiene una papeleta con sus hijas...-  A media mañana, Ramón llamó a su suegra

-- Carmina-  la saludó en tono jovial
--¡ Hola Ramón ! Me llamaste ayer ¿verdad? ¿ Está todo bien ?
-- Si, si... ¿ Comes hoy conmigo ?
-- ¿ Y eso ? ¿ Los niños están bien ?
--Si, si...  es algo personal
-- ¿ Tenéis algún problema  Raquel y tú ?
-- Desde luego que no.  No tenemos ningún tipo de problemas...,  en nada
-- Me tienes en ascuas
-- Verás, anoche te vi, con un señor, os besabais
-- Ya ... ¿ y ?
-- Que yo me alegro que tengas un ligue...Ya era hora; quiero hablar contigo, simplemente eso...
-- De acuerdo.  Dime hora y dónde
-- A las dos en el Donostiarra
-- A las dos. Allí estaré.  Y ... Ramón, no te preocupes.  Después te cuento. Todo va bien


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