REGRESO A SEFARAD-Capítulo 1º / Volver a casa/

Entrada al Museo del Prado de Madrid
Era temprano en aquella mañana de domingo de finales del mes de Junio. Frente al museo del Prado, se reunian los corrillos de turistas dispuestos a contemplar la exposición de los grandes pintores que allí se albergaban.  En perfecto orden, y agrupados en torno a sus respectivos guias turísticos, impacientes por entrar, comentaban entre ellos lo agradable de la temperatura y los bonitos jardines que rodean  a la pinacoteca más importante del mundo.

Macarena, comentaba con ellos que posiblemente hacia el mediodía, la temperatura subiría bastantes grados, ya que Julio se aproximaba y era uno de los meses más calurosos en Madrid.  Los integrantes de su grupo, aproximadamente unas diez personas, estaba compuesto por gentes venidas de distintos países.  La agencia la había enviado a atender a ese grupo durante todo el periplo que harían por España.  Después de Madrid, irían a Aranjuez, El Escorial, Segovia, Toledo etc., en definitiva las ciudades más cercanas a la capital.  Después irían a Santiago de Compostela. Y en uno de sus últimos tramos lo harían a pié para ser peregrinos del Apóstol.

Todos eran simpáticos y de distintas edades . Una pareja de japoneses de mediana edad , hispanos y hasta un muchacho judío  sefardita, llamado Aaron, que a pesar de tener su origen en el norte de Africa, deambulaba por el mundo, fijando su residencia en Israel.  Tenía algo misterioso e inquisitivo en su mirada que le hacía atractivo e interesante.

Era un grupo muy parlanchin y divertido, excepto Aaron, que a pesar de ser más joven que ellos, quizás por ese motivo, no terminaba de integrarse. Siempre estaba serio, y casi nunca hablaba. A veces Macarena pensaba que no se encontraba a gusto entre ellos.  Todos hacían comentarios después de cada visita efectuada.  Se les notaba que estaban satisfechos y complacidos, y a pesar de que Nélida, una mujer argentina del grupo trataba de entablar conversación con él, terminaba por desistir del empeño ante la no respuesta del joven.  Permanentemente su entrecejo estaba arrugado, señal de que no estaba siendo feliz con el viaje.  En una parada, Macarena decidió abordar el tema, por ver si era ella la culpable del descontento de él

Macarena

Aaron


-Señor Anzalag  ¿ lo he pronunciado bien?
- Si, perfectamente
- ¿ Puedo preguntarle algo?
- Claro que si, dígame
- Verá.  Observo que no termina de integrarse en el grupo, y pensaba si era yo la culpable de ello.  ¿ Acaso mis explicaciones no le satisfacen?
- ¿ Por qué piensa eso?
- Siempre está tan callado, tan serio ...  Ni siquiera comenta nada con sus compañeros y quizás sea yo la que no dé las explicaciones debidas en las visitas
- No, naturalmente que no. Usted se comporta correctamente.  Soy yo ¿ sabe ? estoy impaciente por llegar a Toledo, eso es todo
- ¿ Eso es todo?  Se me ocurre una idea. Podemos hacer un consenso con todos y visitar Toledo en primer lugar después de Madrid, y dejar las otras ciudades para después de haber visitado la ciudad imperial
- No, de ninguna manera. El viaje está organizado así y así debemos hacerlo
- ¿ De dónde es usted, señor...?
- Soy judío. ¿ No lo ha notado por mi nombre?
- Pues la verdad lo pensé. Pero no entiendo mucho de eso
- ¿ A qué se refiere cuando dice " de eso"?
- Pues a nombres, a razas, etc.  Me da igual de dónde venga cada persona.   Si me cae bien,.Me da lo mismo la procedencia

Aaron guardó silencio, y no pareció muy satisfecho con la explicación de ella, pero era ya la hora de volver a la ruta.  Todos habían comprado recuerdos y sonreían dirigiéndose hacia el microbús que les llevaría hasta el restaurante para almorzar.

- Precioso, precioso todo.  ¡ Qué cuadros ! ¡ Qué maravilla, qué colores ! - decía Nélida con entusiasmo
- Pedro ¿ qué pintor te ha gustado más? - dijo dirigiéndose a su compañero de asiento
- Velázquez, sin duda. La Venus, es maravillosa
- A mi Goya - dijo satisfecha Nélida- Y a ti Aaron ¿ qué pintor te ha gustado más?
- A mi me gusta El Greco-cortó rápidamente

Desde su asiento delantero, junto al chófer, Macarena les anunció que irían a comer a un restaurante del viejo Madrid, a la judería.  Sin querer, se giró e instintivamente miró hacia Aaron que permanecía impasible en su asiento.  No podía decir si le agradaba la observación que ella había dado a sus compañeros de viaje.  Miraba  a través de la ventanilla  el ir y venir de las gentes en las cercanías del Museo. En poco más de media hora, el vehículo se detuvo frente al restaurante en el que habrían de comer, algo típico de la gastronomía madrileña.

- Muy bien señores - dijo Macarena- aquí es típico el cochinillo asado, pero también el cordero.  Es la especialidad de la casa.  Por si les resulta fuerte la comida, se les puede hacer cualquier otro plato que sea de su agrado.



Dijo esto dirigiéndose a Aaron.  Sabía que los judíos no comen cerdo, pero él ni siquiera se dió por aludido.  Todos estuvieron de acuerdo en comer cordero y dejar el cochinillo para su visita a Segovia. Pidieron jamón serrano, queso, en fin, varias tapas que conocían de referencia. La pareja japonesa optó por el jamón y la tortilla de patata. Otros pidieron la tan famosa paella y el resto comió cordero asado.  Aaron también comió cordero, bebió vino y hasta parecía que le había agradado la tertulia que siguió a la comida y que se prolongó más de una hora

- Ësta es una característica nuestra -comentó Macarena - la sobremesa.  Junto con el café del final de la comida es cuando charlamos de todas las incidencias.  Espero lo estén pasando bien
- Desde luego que sí.  Estamos muy satisfechos - apostilló la inefable Nélida con su simpatía habitual.

El último párrafo que Macarena había dicho iba dirigido al joven judío, y él sabía su intención, lo que hizo que sonriera débilmente.

Por unanimidad, todos solicitaron acudir por la noche a un tablao flamenco, y les llevó a uno céntrico , Torres Bermejas, por estar a espaldas de La Gran Vía.  Al no estar interesado en ello, Aaron no les acompañó y se fue al hotel, argumentando que estaba cansado y al día siguiente habría de madrugar.  Irían a Aranjuez y por ser extensa la visita, debían llegar temprano si querían les diera tiempo a visitar todo.  Comerían en la ciudad y regresarían a Madrid a última hora de la tarde.


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