LA CARTA - Capítulo 14º / Sólos tú y yo

Guardaban silencio.  Azucena, por primera vez, estaba enfadada con Pablo.  Le dolía saber que para él había sido un "subidón", una chica más que había pasado por su cama. Ella le había querido siempre y había sido muy importante para ella, aquella tarde.



Pablo, se quedó viendo la televisión.  Estaba enfadado, dolido, triste... todo ello.  El anuncio de sus hijas de emprender una vida fuera del hogar le había caído como una bomba.  No se hacía a la idea de perderlas, porque " si por lo menos se quedaran aquí"....  Pero habían elegido caminos distintos, y María especialmente, se había convertido en toda una mujer.  Había entregado su corazón a un desconocido

- ¿ Cómo es posible que le prefiera a él, antes que vivir con sus padres?- pensaba egoístamente.  No admitía que él hizo lo mismo

Después de ducharse, Azucena se puso el camisón y se metió en la cama.  No había dado, ni tan siquiera, las buenas noches a Pablo.  Estaba furiosa con él, y no le dirigiría la palabra mientras él no la aclarase lo que había dicho.  Pero no se durmió, por mucho que lo intentó.  Se sentía incómoda, era la primera vez que esto sucedía y no la gustaba. Nunca se había dormido sin haber hecho las paces, pero en ésta ocasión Pablo permanecía en el salón y ella en la cama.

Era muy tarde cuando, apagó las luces y se dirigió al dormitorio.  Azucena parecía dormir.  Algo por dentro le decía que ella estaba enfadada y conocía el motivo.  No tenía razón en lo que le había dicho, sin duda estaba dolida y debía hacer algo.  Por primera vez, dormirían dándose la espalda.  Estaba enfadado con su mujer por haber salido en defensa de las chicas : " claro como no son sus hijas ..."- pensaba

Pero no tenía razón en pensar así;  ella quería a las chicas.  Tan sólo le había hecho ver que ellos hicieron lo mismo, que él hizo lo mismo, y que hasta su padre dejó de hablarle cuando dejó embarazada a Ingrid y tuvo que casarse aprisa y corriendo.

Su cabeza no paraba de pensar lo deprisa que había pasado el tiempo.  Giró la cabeza en dirección a Azucena que de espaldas a él, esperaba con impaciencia un gesto que le avisara de una reconciliación.  La abrazó besando sus hombros y bajando las hombreras del camisón

- Ven aquí... Sabes que daría mi vida por ti, que te he querido siempre.  Que ha sido una tontería lo que dije esta tarde.  Nunca fuiste un calentón ni una chica más.  Eras mi chica, la que me enamoró al primer instante de verte y  sigo enamorado de ti. Sólo... me pillaste desprevenido, no me di cuenta de que ya eran unas mujercitas, y que los pequeños, dentro de nada querrán volar solos, y que otra vez me enfadaré porque nos dejan .  Sé que tiene que ser así, pero me duele saber que pasamos a un segundo lugar
 
- Pero eso es la vida.  Desde que el hombre es hombre, ha dejado a sus padres y ha formado su propia familia.  No puedes evitar que se enamoren, son muy bonitas, y es normal que tengan "moscones" que las persigan.  Tienes que aceptarlo y cuanto antes lo hagas será más fácil también para ellas..
 
- ¿ Me perdonas por lo que te dije ? ¿ Ya no estás enfadada ?
- Depende...
- Depende ¿ de qué ? Ya te he pedido perdón y te he confesado la verdadera razón de aquella tarde, de nuestra primera tarde, de nuestra especial tarde.  Te envié una carta y en ella expresaba todo lo que sentía ¿ crees que alguien que tiene un calentón, escribe lo que yo te dije?

Azucena se giró hacia su marido y le sonrió,  acariciando su rostro.  Durmieron abrazados como hacían cada noche desde que se conocían.  Ella recordó aquella carta que aún conservaba junto con la que le envió años después, en una cajita junto a las cosas más preciadas para ella.




EPILOGO:


Pablo tomó parte de sus vacaciones para acompañar a sus hijas mayores hasta el destino que a partir de entonces, sería su nueva vida.  Lizzy quería pasar unos días con su abuelo, por tanto su primera parada sería Madrid para dejar a María.  Posteriormente viajarían a Paris.  Pablo quiso hacerlo así, para "quedarse más tranquilo"

María era feliz.  Prometió estudiar mucho y no suspender nunca, por mucho que le costase.  Tomaba sus clases por la mañana en la Facultad de Medicina, y por las tardes en la escuela de enfermería del hospital de La Paz.  Y terminó su carrera de cuatro años de enfermería, al mismo tiempo que Alejandro conseguía el MIR, tras terminar su carrera de medicina.  Algunas tardes coincidían en el parque cercano y pasaban un rato hasta que él tenía que reintegrarse a su trabajo y ella regresar a casa.  Seguían adelante con su amor y pensaron en vivir juntos, puesto que él comenzó a ganar un modesto sueldo y ella consiguió un puesto en un consultorio médico.  Se lo comunicó a sus padres por teléfono, pero Pablo ya se había hecho a la idea de que su hija volaba sola.

Lizzy, estudió Bellas Artes y conoció a un pintor que exponía sus obras en  Montmartre. No era conocido, pero si muy bueno.  Un día él la pidió que posara como modelo y Lizzy aceptó.  Era inevitable que se enamoraran.  Pierre, que así se llamaba el pintor, llevó el cuadro,  para el que Lizzy había posado,  a una galería y allí se lo colgaron junto con otras obras que tenía en el estudio.  El éxito que obtuvo fue grande, y su nombre comenzó a oírse en los círculos de las galerías y los marchantes.  Alquilaron un apartamento en la orilla izquierda y allí comenzaron su vida en común.  De momento no se casarían...

Todas estas noticias Pablo las recibía con normalidad, gracias a que Azucena le hacía ver que la vida consiste en eso y que nada podemos hacer por evitarlo.

Los hijos habidos en el matrimonio de Azucena y Pablo, crecieron, estudiaron y también se marcharon.  Angel siguió los pasos de su padre, pero en una gran compañía aérea.  Luisa, se hizo fotógrafa y recorría el mundo haciendo reportajes para una acreditada revista de medioambiente.  Pablo, se hizo astrofísico y trabajaba en el observatorio de Tenerife, en las Islas Canarias, teniendo su residencia en Santa Cruz.
Y María Isabel se enamoró de un pediatra y se quedó en Tejas.

María y Alejandro, se casaron al finalizar el MIR, pero ya habían sido padres de mellizos: un niño y una niña.  Residían en Madrid y recibían con frecuencia la visita de sus padres.

Un día Pablo, al llegar a casa, sentó a Azucena en sus rodillas, y la dijo:

- ¿ Sabes, cariño? he pensado jubilarme.  Tenemos un dinero ahorrado y con la pensión que me quede podemos vivir muy holgadamente.  Echo de menos a los chicos.  Todos están repartidos por el mundo y los que más cerca tenemos son María y Pablo, así que he pensado en que nos vayamos a vivir a Madrid.  Por lo menos tenemos cerca a María, podemos viajar a Canarias y ver a Pablo, y acercarnos a Paris y estar con Lizzy
¿ Qué opinas?
- ¡ Estupendo ! todo me parece bien si a ti te lo parece
- De acuerdo, entonces empezaremos las gestiones. Estaremos cerca de nuestros nietos¡ Dios mio ! ya somos abuelos.  ¡ Pero si hace nada cuando me peleaba con ella por lo terca que era !.  Te lo dije en una ocasión cuando trataba de convencerte de que no te marcharas porque las chicas te rechazaban : " ellos se irán y nosotros estaremos solos".  Al fin ese momento ha llegado, solos tú y yo.
- Hasta el fin de nuestros días, cariño.  Nos tenemos el uno al otro.  Ellos han elegido su destino y son felices.  Les echamos de menos, pero debe alegrarnos que sean felices y se quieran, los que tengan pareja, claro.

Y se instalaron en Madrid, en la antigua casa de Azucena, que hacía años había abandonado Consuelo para vivir en una residencia en Alicante, donde falleció de anciana.  A su sepelio acudieron Pablo y Azucena . 
 
 Llevaron a vivir con ellos al  padre de Pablo, que muy anciano padecía demencia senil.  Apenas hablaba, sólo para nombrar a su esposa fallecida hacía tiempo.  No pudieron disfrutar de su compañía por mucho tiempo. Un año después de instalarse en Madrid, falleció mientras dormía.  Seguirían solos su andadura por la vida, siempre juntos.

Ingrid y Julio, pasaban sus vacaciones con ellos en España. Julito vivía en Nueva York y era músico.  Vivia con su novia y eran felices.
 
Braulio, el hermano del primer marido de Azucena, Luis, les frecuentaba y alguna noche salian los dos matrimonios a cenar o al cine. La relación era excelente.
 
Aún eran jóvenes para disfrutar de los placeres de la vida.  Siempre estaban viajando, visitando a algún hijo desperdigado por esos mundos de Dios.  Y realizaron ese viaje de ensueño que no pudieron hacer al casarse por recibir a la cigüeña con tanta frecuencia.  Durante ese viaje volvieron a recobrar las energías de la juventud, y volvieron a amarse noche tras noche, sin reservas, con el inmenso amor que sentían el uno por el otro.   Y así sería hasta el fin de sus días.



NOTA DE LA AUTORA:

Alguien me preguntó en cierta ocasión el porqué mis relatos casi siempre terminan "bien".  Yo,  después de pensar la respuesta durante breves instantes, dije: " la realidad  supera a la ficción, en lo bueno y en lo malo.  A lo largo de nuestra existencia vivimos momentos amargos, muy dolorosos, como son las pérdidas de nuestros seres queridos.  También tenemos momentos de felicidad. 

 Pensé escribir un final feliz, porque la vida es sobradamente dura y difícil.  Al menos en la ficción, podemos hacerlo según nuestros deseos , y ese es el motivo de que mis historias, siempre "acaben" bien, ya que en mi realidad, no siempre ha sido asi". 

                                                 1996celta

                                                    
 


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