LA CAMPIÑA CUBIERTA DE BREZOS / Capítulo 7º

 Cuando Charles terminó su relato. gruesas gotas de sudor perlaban su frente. Había sido un momento muy intenso en el que había  vuelto a vivir, aquellos traumáticos días.  Abrazado a Lola, no sabía como calmar su ansiedad y la de ella.  Hundió su rostro en su cabello  y, lentamente, comenzó a llorar.  Su llanto no era convulso, pero se le clavaba en el alma a Lola.  Lamentaba profundamente haberle obligado a revivir aquellas escenas, pero también pensaba que por fin, se había liberado de aquellos dolorosos recuerdos.  Durante largo rato permanecieron allí abrazados.  Lola acariciaba su cabeza, tratando de calmarle, como hubiera hecho con un niño con rabietas.  No supieron el tiempo que había transcurrido, pero Charles rompió su silencio diciendo a Lola:

- Salgamos de aquí, amor mío.  No debes pisar este lugar sucio, tú no, tan limpia y transparente.  Gracias, nena
-¿ Por qué me das las gracias?  No sabes lo arrepentida que estoy de haberte obligado a venir hasta este horrible lugar.  De haberlo imaginado, nunca hubiéramos venido.
- Te doy las gracias, porque me has curado definitivamente.  Todos los fantasmas del pasado han huido de mí.  Por primera vez me siento liberado.

Sacó su móvil del bolsillo del pantalón y marcó el número de su casa

-¿ Bob, está mi hermano? Dile que se ponga, por favor
-¡ Charles ! ¿ todavía andáis por ahí, qué se te ofrece?
- Llama a Philip, el constructor y dile que derribe totalmente la caseta de los aperos. No quiero volverla a ver en mi vida
- ¿ Estás bien?
- Maravillosamente bien, hermano.   Maravillosamente bien
- Me alegro, Charles. Debías haberlo hecho hace tiempo
- Tienes razón, pero hoy me he liberado por fin de aquellos fantasmas. Ahora nos vamos. Nos queda un día de descanso y quiero dedicárselo en exclusiva a Lola
- Dale un beso enorme. Ha conseguido que seas feliz...  Para mi es mi hermana
- Adiós Sean, no tardaremos en volver. Un abrazo para papa. Hasta siempre

Emprendieron el regreso hasta el refugio.  Durante el viaje no hablaban, sin duda, cada uno inmerso en sus propios sentimientos.  Charles cogió una mano de Lola y la puso sobre su rodilla

- Déjala ahí, mi cielo.  Necesito sentir tu contacto
- Si, cariño, lo que tu me digas-, reclinó su cabeza sobre el hombro de Charles para no interrumpir su conducción
 - Mira, ya se ve el refugio. Ya estamos en casa

Por cena tomaron un vaso de leche caliente cada uno. No tenían apetito.  Sólo querían estar uno al lado del otro, en silencio. Se tumbaron en la alfombra de piel y juntaron sus cabezas mientras veían chisporrotear las llamas en la chimenea. 

- ¿ Estás relajada?- la preguntó Charles
- Si, ahora si lo estoy
- Aun he de preguntarte algo. Algo muy importante para mi
- ¿ Y qué es ello?- dijo Lola
- ¿ Qué has decidido?- guardó un largo silencio -.   Comprendería que tus sentimientos hacia mi hubieran cambiado. Ha sido un día de revelaciones, duras, necesarias, ahora lo comprendo.  Pero debes decidir si me aceptas con mi mochila de sensaciones
- ¿ De qué sensaciones hablas?  Yo sólo conozco una: la felicidad de estar contigo
- ¿ Aceptas pues ser mi mujer?
- Si, si, si...  - respondió ella besando el rostro de Charles

Cuando Lola despertó, comprobó que Charles no estaba a su lado. Se levantó y se puso la camisa que él había dejado en el baño

- Brrrr ¡ Qué frio hace ! Y eso que Charles ha encendido la chimenea.  Charles, Charles, ¿ dónde estás?- pero no obtuvo respuesta

Extrañada se vistió después de asearse, y salió de la casa buscándole.  En el horizonte no se divisaba su silueta, y dio la vuelta hacia la parte posterior.  Allí descubrió un maravilloso paisaje de brezos multicolores, que el día anterior no había visto.  Haciendo visera con la mano, buscaba a Charles y comenzaba a impacientarse.

-Charles, Charles- comenzó a gritar

Al oir su voz Charles se incorporó.  Estaba a una distancia de unos veinte metros

- ¡ Vaya susto me has dado ! No te encontraba por ninguna parte
- Estabas tan dormida, que me dio pena despertarte. ¿ Sabes ? Me encanta venir a este lugar, aquí precisamente. Es hermoso. Siempre que vengo me tumbo en los brezos, entorno los ojos, y escucho el suave rumor de las plantas movidas por el viento.  Ven aquí,  túmbate a mi lado, y escucha-.  Lola obediente hizo lo que la pedía, se tumbó a su lado, reclinando su cabeza sobre el pecho de él




- Dolores....  Dolores....  Estás pisando terreno peligroso- la dijo en tono de broma
- ¿ Qué he hecho ahora ?
-Tumbarte a mi lado, acariciar mi cara, quererme ¿ te parece poco?
-¿ Te molesto?
- ¿ Molestarme?  Estoy encantado de la vida. Ven aquí

Hizo que se tumbara sobre él, con sus caras muy juntas.  Acariciaba su espalda y sus cabellos.  Estaba con la mujer que amaba,  había aceptado unirse a él para siempre ¿Podía existir mayor felicidad ?

-Tenemos que hablar de nuestra boda. De que lleguemos a Plymouth, hablaré con el juez para que nos case lo antes posible. Seguramente necesitaremos algún trámite de España, pero no quiero demorarlo.  Entre tanto ¿ qué vamos hacer?
- ¿ A qué te refieres?-preguntó extrañada Lola
- Deseo que vivamos juntos. En tu casa o en la mía, me da igual, pero no quiero separarme de ti por nada del mundo.
- Estoy de acuerdo....     ¡¡ Charles.   No sé dónde vives !!
- Ja, ja, ja,  Ha sido todo tan ... ¿extraño?... Tienes razón nunca te dije donde vivía. Tengo un apartamento en el centro de la ciudad, bastante bonito.  No muy grande, porque para mí solo, me sobraba casa.  Tiene un amplio dormitorio , con cama de matrimonio - tenía que ser previsor, ya sabes... piso de soltero-. Un salón, baño y cocina.  Eso es todo
- ¿ Pretendes darme celos ? Pues lo vas a conseguir... ¿No querrás  que me acueste en una cama por la que habrán pasado cientos de chicas ¿ verdad ?
-Ja, ja, ja... No cielo, ni en esa cama ni en ese apartamento.  Viviremos en otro que elijamos entre los dos ¿ Te parece?
-¡ Ay, Charles ! Tú si que me entiendes
- ¿ No te apetece jugar un ratito entre los brezos?
- No sé.  Tendrías que alcanzarme primero-, y dicho esto, se levantó de un salto y emprendió una carrera entre los brezos, perseguida por un feliz y risueño Charles.

Se tumbó en el campo, agitada por la carrera. Charles lo hizo a su lado.  Miraba el relajado y feliz rostro de su amada.  Quería tener esa imagen en la pupila para siempre. Nunca hubiera imaginado poder ser tan feliz y amar tanto a una persona. Y la besó, y la abrazo y se amaron entre los brezos, hasta que el mediodía con su sol, les hizo volver a la realidad.

- Amor-dijo a Charles mientras jugueteaba con  sus cabellos
- Dime, ¿ qué quieres ahora?  Cada vez que te pones así, me echo a temblar.  Sé que algo quieres
- Casémonos en tu casa.  Es preciosa y así tu padre estaría presente sin que le molestemos con el traslado
-¿ Te gustaría?
Mucho..., me gustaría mucho- dijo dándole un beso en la mejilla
- ¡ Ay Dolores ! ¿ cómo no complacerte si me lo pides de esa forma?

Hasta allí llegaron sus padres y Charo con su novio ingles. Formaban una buena pareja, muy enamorados.  Todo lo habían organizado Sean y su prometida.  El padre , parecía haberse recuperado mucho, y todo estaba dispuesto para el enlace de Charles y Lola.

Fue una boda preciosa y su festejo duró hasta altas horas de la madrugada.  Ellos tenían una semana libre por luna de miel, pero por expreso deseo de Lola, no irían a ningún sitio.  La pasarían en el refugio. No encontraron un lugar mejor para  expresar el profundo amor que les unía.



Una mañana al despertar, Charles no estaba. " Estará en los brezos"- pensó.  Fue a buscarle a su rincón preferido, pero allí no estaba.  Inquieta comenzó a llamarle a voces y a dar vueltas por el entorno buscándole.  Pasaba el tiempo y  él no volvía.  Tampoco estaba el coche, y una inquietud, cada vez mayor, se apoderaba de ella.

- ¿ Le habrá pasado algo?- le llamaba al móvil insistentemente, pero no obtenía respuesta. Averiguó que se lo había dejado en casa.

Llamó a Sean.  No quería alarmarle, pero estaba muy preocupada.

- Ahora mismo salgo para allá. No te preocupes, estará en el pueblo. Tranquilízate. Ya salgo

Y efectivamente, enseguida oyó la llegada  de un coche.  Corrió hasta la ventana pidiendo mentalmente que fuera Charles, pero era Sean que llegaba para tranquilizarla.

- No te preocupes, tranquila.  Si le hubiese pasado algo, la policía nos hubiera llamado inmediatamente. No te pongas nerviosa, por favor- la decía Sean que no sabía cómo calmar sus nervios.

Ya era media mañana cuando Charles aparcó el coche frente a la entrada de la casa. Extrañado vio el coche de su hermano y creyendo había ocurrido algo malo, entró precipitadamente en su casa

- ¡ Oh, Charles ! no vuelvas hacer esto, no lo vuelvas hacer- decía Lola mientras le golpeaba el pecho llorando desconsoladamente
- ¿ Pero qué ocurre?
- Hermanito, te has cubierto de gloria.  Lleva toda la mañana buscándote.  Nos has dado un susto de muerte.  Creíamos te había pasado algo
- Lo siento, lo siento.  Creí venir enseguida, por eso no dejé una nota.  Y he perdido el móvil
- Te lo has dejado aquí- decía una llorosa, pero aliviada Lola
- Perdona cariño. Estabas dormida cuando me fui... pensé que estaría de vuelta y aún seguirías durmiendo.  Pero veo que os he dado un buen susto.  Lo siento, lo siento muchísimo
- Bueno asunto terminado.  Yo me voy que tengo pariendo a una potra- dijo Sean
- Gracias hermano por no dejar sola a Lola
- No vuelvas a darme las gracias por nada.  Tú no ¿entendido?- respondió Sean- Y ahora me voy, resolver a solas vuestro enfado. Ja, ja, ja.

Una vez Sean Hubo salido, Lola se agarró fuertemente al cuello de su marido y comenzó a llorar de nuevo.  El acariciaba su cabello, besaba sus mejillas empapadas por las abundantes lágrimas. Su corazón aún palpitaba fuertemente pensando que hubiera tenido algún accidente. No podía ni imaginar su vida sin él.

- Ven aquí, ven aquí . Lo siento cielo. Fuí imprudente, perdóname

Lola le besó en los labios intensamente. Estaba allí sano y salvo, era lo que importaba. Charles la cogió en brazos, y sonriente la decía

- Dolores... estamos en nuestra luna de miel... No perdamos el tiempo con discusiones . Tenemos cosas más importantes que hacer ¿ no crees?- le dijo con una pícara sonrisa



A la caída de la tarde, la cogió de una mano y la introdujo en el coche

-¿ Dónde me llevas?-, le preguntó Lola extrañada
- Ya lo verás, ya lo verás.  No seas impaciente, huesines
- ¿ Todavía me llamas huesines? ¿ Crees de verdad que soy una huesines?  Porque yo no tengo esa impresión...
- Estás perfecta, reina mía, estás perfecta.

No anduvieron mucho trayecto, enseguida llegaron a una explanada totalmente cubierta de brezos.  Se apearon del coche.  Lola no comprendía nada, pero él la tomó de la cintura y la dijo

- He aquí el motivo de mi tardanza.  Me entretuve con el jardinero.  Quería que todo esto estuviera listo antes de marcharnos.  Me entretuve y... bueno ya lo sabes
- ¡ Es precioso, amor !  Este terreno ¿ es vuestro ?
- Si cariño, es nuestro ¿ no lo recuerdas?
- No sé.  La verdad es que no
- Mira en aquel pequeño montículo había una caseta...
- ¡ Dios, Charles ! ¿ Es el.....?
- Si cielo, ese es.,. Al destruirlo, pensé que lo mejor sería llenarlo de belleza. Tener la campiña cubierta de brezos, para ti, para mí, para nuestros hijos.  Borrar con belleza lo que fue un infierno
- ¡ Oh Charles ! no podías haber hecho mejor cosa. Te quiero cielo, te quiero muchísimo.



Pasada la semana de luna de miel, volvieron a su trabajo. Antes de su casamiento ya vivían en un piso que Charles había comprado, para que ninguna sombra de su vida de soltero se interpusiera entre ellos. Compaginaban sus turnos de trabajos, de manera que aunque estuviesen  con trabajo a tope, el sólo hecho de encontrarse para beber un vaso de agua, les compensara.  Sólo les bastaba un segundo para verse y darse un beso.  Se amaban profundamente y eran plenamente felices.

Una mañana al salir del hospital, Lola se encontró repentinamente enferma. Iban a coger el coche para irse a casa, cuando se puso lívida.  Todo empezó a darle vueltas y a penas le dio tiempo a Charles a sujetarla para que no cayera desmayada.

- Lola, Lola.  Por Dios que te ocurre. Háblame



La tomó en brazos y volvió a entrar en el hospital. Al verle entrar con ella en los brazos, acudieron celadores y médicos a ver lo ocurrido. -¡ Acaban de salir !- comentaban los celadores.  La llevaron a un box, e inmediatamente procedieron a reconocerla.

- Charles, sal de aquí- dijo un médico
- No ni hablar no me voy.  Se trata de mi mujer
- Ya lo se, pero debes salir.  Te informaremos inmediatamente, pero ahora tienes que salir.

Le hicieron toda clase de pruebas, Charles estaba desencajado y muy preocupado.  Lo ocurrido con su madre le vino a la memoria, al igual que lo sucedido con Lola hace unos meses.  El corazón le golpeaba fuertemente en el pecho. 

- Spencer ¿ qué haces aquí?
- Me han llamado.

Sus temores se iban a confirmar.  No era posible que la historia se repitiese.  Ella no, no era posible.  Quería convencerse de que  podía ser cansancio, agotamiento por las largas noches en urgencias. " No Dios mío, ella no ".



Más de una hora hacía que Spencer había entrado  en la sala en dónde Lola estaba siendo atendida.

- ¿ Por qué demonios nadie sale a informarme? ¿ Qué ocurre ?

Como si le escucharan, la puerta se abrió y Spencer salió acompañado de un cardiólogo

- Enhorabuena, Charles, vas a ser papá-dijo Spencer con cara de satisfacción
- ¿ Qué dices, que la pasa?
- Es una mujer gestante. La noche ha sido larga y no ha tomado casi alimentos. Eso la produjo el desmayo, una bajada de azúcar.  Tienes que controlarla, sobretodo los primeros meses.  No tiene nada de corazón, ni nada más que una criatura se está formando en su vientre- el cardiólogo asentía con la cabeza a las palabras de Spencer

Charles se tuvo que recostar en la pared, la tensión acumulada, la incertidumbre, casi hacían que se desmayara.  De pronto es como si se diera cuenta de lo que le estaban diciendo, y una risa nerviosa acompañada de un conato de llanto hizo que  abrazara a  sus compañeros.  No podía ni siquiera darles las gracias

- ¿ Puedo verla ?
- Naturalmente.  Entra y dala un beso.  te está esperando

Charles esperó unos segundos hasta haberse calmado. Empujando la puerta,  entró hasta donde le aguardaba Lola.   Su cara había recuperado el color.  Aún tenía una vía con el suero puesto, pero volvía a ser ella

- Dolores ¡ qué susto me has dado !  Como no me habías dicho nada de lo que ocurría
- Quería que me llevaras este fin de semana al refugio y allí tumbados en los brezos decírtelo.  He sido muy inoportuna, perdóname
- ¿ Perdonarte, Dolores? Te quiero muchísimo y vas a darme un hijo ¿ qué he de perdonarte? ¡ Cielo Santo, soy médico ! ¿ Cómo no me he dado cuenta ?
- Tranquilízate vida.  Esto es normal, no es ninguna enfermedad.  Dentro de ocho meses, más o menos, habrá pasado todo.




Charles la obligó a dejar su trabajo, no quería que el estrés de urgencias la perjudicara a ella o al bebé.  Le costó una buena bronca con Lola, pero la conocía bien, y supo jugar su baza:

- ¿ Es que no quieres este niño?  No he conocido una mujer más terca e insensata.  ¿Cómo vas a seguir trabajando? No, ni hablar.  No lo permitiré. Además cada vez estarás más barrigona y torpe.  Y yo más preocupado por vosotros ¿Cómo crees que pueda operar estando tan preocupado por ti?
- Pero si no me pasa nada...
- He dicho que no y es que no. No hay discusión posible.  Esta misma noche renuncias. No hay más que hablar.

Y esa noche tuvo que renunciar.

Todo transcurría normalmente, su embarazo también.  Una mañana acudió al hospital para su reconocimiento mensual, y decidió dar una sorpresa a su marido y desayunar juntos.  Se encaminó hasta la sala de médicos y al no encontrarle allí, fue hasta su despacho.  Tocó la puerta pidiendo permiso y al no obtener respuesta, decidió entrar y dejarle una nota sobre su escritorio.  Abrió y su sorpresa fue mayúscula cuando sorprendió a Charles con una mujer rubia, enfrascados en una discusión que había sido interrumpida por los toquecitos a la puerta que Lola había dado.  Sorprendida miraba a una y a otro.  Charles estaba muy sofocado y la rubia se volvió de espaldas rápidamente.

- Siento interrumpir.  Creí que estaba vacío el despacho.  Te iba a dejar una nota- dijo Lola muy cortada por la situación-. Bueno me voy


Terry


Dio media vuelta no sin antes reparar en la mujer rubia que discutía , se trataba de Terry, aquella novia que iba a buscarle al hospital.

- ¿ Qué querrá, no sabe acaso que es un hombre casado?- Oyó unos pasos acelerados que iban detrás de ella llamándola

- Lola, Lola, espera, espera
- ¿ Qué quieres?- contestó agriamente
- Deja que te explique.  No es lo que piensas
- ¿ Y qué es lo que pienso? ¿ Cómo lo sabes?

Charles la tenía cogida por el brazo para que frenara  sus pasos y atendiera lo que tenía que decirle

- Suéltame, por favor.  Estamos en el hospital.  No quiero pasar más vergüenza que la que acabo de pasar.
- Vamos a la cafetería o algún sitio donde podamos hablar. No es lo que imaginas
- Hablaremos en casa cuando vuelvas.  Claro, si es que vuelves
- ¿ Qué tonterías dices, a qué viene eso ahora?
- Viene a que te has vuelto a ver con esa mujer, a que yo estoy gorda y fea. Y que ella es una preciosa muñeca rubia, y yo ....
- No, no llores ¿ crees acaso que esa mujer gorda y fea, ya no me gusta? Santo Cielo, Dolores, estás gorda y g u a p a, porque vamos a tener un niño. Porque estoy loco por ti, y porque sólo a ti te quiero. Ven aquí dame un abrazo y cálmate.  Estamos llamando la atención.

A duras penas consiguió calmarla, pero hicieron juntos el regreso a casa. Acostados, cada uno fingía dormir, pero pensaban en lo vivido por la mañana en el hospital.  Charles no entendía la actitud de Terry, sabía que amaba a su mujer, que iban a tener un hijo y que no dejaría su hogar por nada del mundo, ni por ella ni por nadie.  Pertenecía a Lola y a nadie más.  Ella fue un pasatiempo que duró algo más que otros, pero simplemente fue eso, y duró lo que duró.  Lola, a pesar de que no deseaba pensar en ello, no se la iba de la cabeza la escena vivida, y unos horribles celos mordían su corazón



Al despertarse,  su amor y deseo selló todo resquemor entre los esposos.  Ya no había ni rastro de duda en Lola ni de incertidumbre en Charles.  Amaba a esa mujer con todas sus fuerzas y no permitiría que nada ni nadie la perturbase.  Les había costado mucho llegar a entenderse como para ahora echarlo todo a rodar por un viejo romance sin importancia.  Protegería a su mujer y a su hijo con uñas y dientes.

Ya habían olvidado el incidente y Lola estaba a punto de dar a luz, cuando un coche de lujo se paró frente a su casa.  Del coche descendió una mujer preciosa, bien vestida y muy llamativa.  Lola se encontraba en la habitación destinada al bebe, preparando la maleta que había de llevar al hospital, pues había salido de cuentas y el momento se acercaba.  Al asomarse a la ventana, vio llegar ese coche y un instante después sonar el timbre de su casa.  Bajó despacio el tramo de escalera que la separaba de la planta baja y abrió la puerta sin imaginar quién podía ser su visitante.  Se quedó boquiabierta al comprobar que era Terry, y en su gesto pudo adivinar que veía en plan de guerra

- Buenos días ¿ qué desea?- dijo escuetamente
- Supongo que eres la esposa de Charles. Si claro, te vi un día en el hospital cuando fui a recogerle
- Bueno, pues ya estamos presentadas. Y ahora dígame ¿ qué es lo que quiere?- en ese momento se le vino a la cabeza la imagen que presenció en el despacho de Charles
-¿ Puedo pasar ? lo que tengo que hablar con usted es un poco incómodo hacerlo aquí, en la puerta
- Le ruego que sea breve. Tengo que irme al hospital

La introdujo en una salita, y ni siquiera la ofreció algo de beber. No deseaba tenerla allí y quería que se marchara pronto.  En su interior, algo la decía que no era bueno lo que iba a contarle

- Verá- comenzó Terry- Hace no mucho me encontré con su marido por casualidad.  Estuvimos charlando, y entre otras cosas me contó que no es feliz con usted. Que se siente agobiado y presionado.  Que es una mujer muy testaruda y que a veces le pone en situaciones difíciles.  Que con este embarazo, le ha cortado las alas de su porvenir, ya que él pretendía salir de Plymouth y establecerse, quizá en Londres, pero que usted no quería salir de allí , y luego se quedó embarazada, posiblemente para evitar su marcha.  Yo siempre he querido a Charles, y él a mi también.  Me lo reconoció una vez que los dos descargamos nuestra conciencia. Él ya no está enamorado de usted, y es comprensible. No tiene más que echar un vistazo cómo es usted y cómo soy yo-dijo refiriéndose a su deformado cuerpo 
- No la creo. Se que me quiere, quiere este hijo que voy a darle. Es cierto,  es hermosa, pero se enamoró de mi y no de usted. Pero de todas maneras no es quién me lo tiene que decir.  La ruego que salga de mi casa. Yo arreglaré con mi marido lo que tenga que arreglar, pero desde luego usted no entra en nuestros planes.  Resígnese  señora, ha llegado tarde. El ya ha elegido.  .  Y ahora, por favor salga de mi casa, tengo que parir un hijo de Charles

Terry, salió de allí deprisa, pues la seguridad y rotundidad de Lola no dejaba lugar a dudas.  Se sentó una vez que esa mujer abandonó su casa, y comenzó a llorar desconsoladamente.  Se miraba ella y comparaba su vestimenta con la de Terry, y hasta comprendía que Charles hubiera dejado de amarla.  Su vientre caído y descomunal, sus piernas hinchadas, al igual que su cara desencajada, y torpe andar,  justificaba que Charles ya no estuviera enamorado de ella.  Sintió un dolor punzante en su vientre y otros más seguidos.  Nerviosa y asustada, pulsó el número de Charles en su móvil.  Nadie la contestó.  Llamó al doctor Spencer y le contó los síntomas que tenía

- Lola tranquila.  Inmediatamente salimos para allá
-. Por favor, avisa a Charles.  No contesta al teléfono
- Está en quirófano, pero descuida en cuanto termine se lo digo.  Estate tranquila, en cinco minutos estamos allí.  Hay tiempo no te preocupes.

La hija de Lola y Charles venía con prisas e inmediatamente fue pasada a la sala de partos.  Se sentía muy asustada. Había visto parir a muchas mujeres, pero nunca había  sentido lo que se vivía en esos instantes tan intensos.  En muchas ocasiones, ella había ayudado a las parturientas, secándolas el sudor, o simplemente a no sentirse solas entre toda la gente que rodean a una mujer que da a luz. ¿ Dónde estaba Charles, por qué no estaba allí con ella?

- El doctor McKenzie lleva toda la mañana en quirófano, es una operación delicada. Pero le vamos a informar
- No, no le digan nada hasta que finalice la operación. Se pondría nervioso y yo estoy bien
- Pero él querrá saber cómo va todo
- He dicho que no- dijo con toda la energía que aún la quedaba.

Después de unas angustiosas horas, la pequeña McKenzie sintió a su madre por primera vez, sintió por primera vez la ternura de sus caricias.  Era una niña preciosa sana y fuerte.  Charles aún no sabía que había nacido su hija.  Cuando salió de operar, estaba agotado.  Miró su móvil y comprobó que tenía llamadas perdidas.  Una enfermera se acercó a él y le dijo

_ Doctor McKenzie, enhorabuena.   Tiene una hija preciosa
- ¿ Como, que mi hija ya ha nacido? ¿ Cómo demonios no me han avisado ?


La enfermera ajena a la orden dada por Lola, se quedó petrificada ante la reacción de Charles

- ¿ Pueden decirme al menos en dónde está?

Cuando la enfermera le informó de todo, salió corriendo para encontrarse con su mujer y su hija. Ambas ya estaban en la habitación, solas, aunque de vez en cuando entraba alguna enfermera.

- ¡ Dios mío !-, exclamó al ver a Lola y a ese montoncito de carne sonrosada que dormitaba en brazos de su madre- Mi amor, no lo he sabido hasta ahora.  Acabo de salir de una operación grave y complicada
- Lo sé. Fui yo quién dio orden para que no te lo dijeran hasta que terminaras de operar

La besó y abrazó y tomó entre sus brazos  a la pequeñina. Emocionado tenía los ojos llenos de lágrimas.  No dejaba de besar a su mujer agradeciéndola el regalo más grande del mundo:  una hija.  Le extrañaba que estuviera tan fría y poco comunicativa, pero tampoco le extrañó:  estaba recién parida, agotada y con ganas de dormir.




Lola no le menciono  la visita que había tenido antes de salir para el hospital. Eso era algo que tenía que aclarar cuando estuvieran en casa.









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