Miranorte - Capítulo 18º / Reencuentro
Llamó apresuradamente a su familia, y les comunicó que tenía que viajar a España urgentemente, pero que no se preocuparan. Dio a su madre una excusa de trabajo y tuvo que asegurar que Alba iría con él, así de paso comprobarían el estado en que estaba su casa. A continuación llamó a su oficina y solicitó a la secretaria que pidiera un billete para el primer avión que saliera con dirección a Madrid. Le daba igual si fuera en turista, o en Vip. Tenía que viajar del modo que fuera. A los pocos minutos, la secretaria confirmó que tenía el billete y que un recadero se lo llevaba hasta su casa. El vuelo sería en cuatro horas.
Nervioso, preparó rápidamente un pequeño equipaje de mano. Estaba ansioso por llegar al aeropuerto. Le parecía, de esa forma, que estaría más cerca la hora de partir, aunque le quedaban cuatro horas para embarcar. Con el billete en el bolsillo, dejó instrucciones al servicio de que se comunicaran con él si surgia algo urgente. Llamó a un taxi, y bastante alterado emprendió el viaje rumbo a LAX.
El reloj corria muy despacio para lo que él necesitaba. No paraba de dar vueltas por el vestíbulo, ni siquiera tenía interés por las revistas. No tenía el ánimo para leer.
Repetía en su memoria lo que iba a decirla, para tratar de solucionar el problema que tenían. Nada le importaba el conflicto creado con la productora por no aistir al rodaje, en las escenas que las que debía participar. En ese momento lo que más le interesaba era su mujer y que volviera su vida a la normalidad.
Tras larga espera, el altavoz anunció que los pasajeros rumbo a Madrid, debían embarcar.
- ¡ Por fin ! - exclamó aliviado
Trató inútilmente de contactar con Alba, pero nadie contestó a su llamada, y eso incrementaba más su nerviosismo y ansiedad.
Agradecía que su billete fuera en primera clase. El asiento de al lado, estaba vacío. No tenía ganas de emprender conversación con nadie, pero no se habían cerrado las puertas, por lo tanto no debía alegrarse aún. Puede que tuviera algún compañero de viaje. No le importaba, le diría que estaba enfermo y debía dormir. De esta forma cortaría cualquier tipo de conversación, y aunque no tuviera ni una pizca de sueño, fingiría que dormitaba, para evitar tener que dar explicaciones del motivo de su viaje, que era, por otra parte, la conversación que siempre surgía. Habrían de pasar nueve horas de viaje. Nueve horas que parecerían siglos, y además no sabía qué resultado iba a tener el viaje. Ni siquiera había podido conocer el paradero de Alba. Igual seguía en Los Angeles, o había ido en busca de Mila, o quizás a Miranorte. Allí tenía su casa, pero mucho dudaba de que se hospedara en ella, dada la situación actual.
Tuvo suerte y nadie ocupó el asiento, por lo que dio interiormente, gracias infinitas a Dios, porque al menos en esto le estaba ayudando. Las dudas, la impaciencia, le consumían. No quería pensar que la hubiera pasado algo y por ello no contestaba a sus llamadas.
Tras un larguísimo vuelo, había llegado a la terminal en Madrid. Tomó un taxi y dio la dirección del piso de Alba. Al cabo de media hora, se encontraba frente al portal. Miró su reloj y comprobó que eran las primeras horas del día, y en el horizonte se atisbaba alguna luz que decía que comenzaba a amanecer En ese momento no le importó que ella estuviera durmiendo. No podía resistir más la inquietud que sentía. Llamó al portero automático del piso de su mujer y esperó unos instantes pensando que si estaba dormida, tardaría en atenderle. No se equivocó, una voz adormilada respondía al otro lado del telefonillo
-¿ Quién es ? Creo que se ha equivocado- respondió Alba
-
Paul, casi no podía responder. Una emoción y un suspiro de alivio, impedían articulase palabra. Tenía que contestar o colgaría y no podría subir
- Abre, Alba, soy yo- respondió
Alba incrédula y aún adormilada, guardaba silencio, reconociendo la voz que acababa de escuchar. Estaba allí, había venido a buscarla. Los ojos se le llenaron de lágrimas, y al fin apretó el botón que abriría el portal. Oyó el sonido del ascensor detenerse en el piso. No se atrevía a abrir la puerta. ¿Era realidad ó estaba soñando? El seco timbrazo, la sobresaltó dando un respingo. No era un sueño. Él estaba al otro lado de la puerta. Lentamente la abrió y allí estaba Paul, frente a ella, con ojos nublados por la emoción y unas oscuras ojeras. El alivio de Paul, al comprobar que su mujer estaba allí, que no le había ocurrido nada. De improviso, todas las dudas, los sobresaltos, quedaron borrados ante su presencia. Avanzó hacia ella y la rodeó con sus brazos.
- Por Dios Alba... Ni una llamada... ninguna noticia tuya. He pasado un infierno estos días.¿ Cómo has podido hacerme eso ?
- Te recuerdo tu despedida. ¿ Cómo iba a llamarte después de lo que me dijiste? No podía. Estaba demasiado dolida
-- Lo siento, lo siento enormemente. Creí volverme loco. Yo también estaba muy enfadado contigo. Dudabas de mi, y ni siquiera me dabas opción a explicarte nada. Yo no tuve la culpa. Nunca ha pasado por mi cabeza liarme con ninguna mujer. No lo necesito. Yo te quiero. Estoy profundamente enamorado de ti ¿ cómo puedo hacértelo comprender?
- Paul... me sentí morir cuando te vi abrazado a Meredith. Ella es una mujer preciosa...
-Cierto, lo es. Pero yo sólo la veo como pariente. Nada más. Tu eres mi mujer, la persona que he elegido para compartir la vida. No me interesa ninguna otra relación. Contigo tengo todo lo que ambiciono. No necesito más. ¿ Volverás conmigo ?
- Paul... yo... Te quiero. Te he querido desde siempre. Si... volveré contigo, porque... mi vida sin ti no tiene objeto. Me sentiría vacía, sin horizonte
- Mi amor
Se fundieron en un abrazo interminable. Se acunaban el uno al otro, fundiéndose en uno solo. No querían interrumpir esa muestra de amor. Era como si sus mentes se negaran a procesar que todo había terminado, que esa pesadilla, ya no estaba, y que volverían a ser un matrimonio feliz. Paul la cogió en brazos y fueron hasta el dormitorio. La incertidumbre de aquellos días, el dolor sufrido, las dudas... todo desapareció en un instante bajo las palabras de amor, las caricias, las promesas de que jamás se volviera a repetir, sus ansias por poseerse y ser un mismo cuerpo. Su unión, fue intensa, como si fuera la primera vez.
Dormitaban tratando de que sus respiraciones se acompasarn. No hablaban, sólo enlazaban sus cuerpos. Al cabo de un rato, fue Paul el que interrumpió el silencio
- Cariño, tenemos que regresar lo más pronto posible. Tengo un problemilla con los Estudios.
- ¿ Qué ocurre?
- A estas horas tendría que estar en maquillaje para rodar . Tuve una pelea con el director, y no sé si me demandará
- ¡ Paul, lo siento ! Todo ha sido por mi culpa
- No cariño. Nadie tiene la culpa, al menos ninguno de nosotros dos. Era más importante localizarte que rodar una insulsa escena de amor, que por otra pasrte, estaba muy lejos de sentir.
- Pero eso será un descrédito para tu carrera
-Muy bueno no es, pero... No importa demasiado. Ya lo arreglaré
- Esta bien...Pongámonos en marcha. Yo todavía no he deshecho el equipaje. Con una ducha y otra ropa, en media hora estaré lista para volver
- Aún no. Déjame saborear estos momentos de intimidad y relax. Ven aquí
La tomó de un brazo, ya que ella se había incorporado, y dando un suave tirón la envolvió en un abrazo y nuevamente hicieron el amor.
Apresurados llegaron a Barajas. Iban contentos y esperanzados en conseguir los billetes para volver a su casa americana. Les hubiera gustado quedarse unos días más. Solos, sin interferencias de primas molestas, sin interferencias de rodajes... Solo ellos dos, en una segunda luna de miel
Como si Paul leyera sus pensamientos, dijo a su mujer
-De que termine la película, si es que aún me quieren, te prometo un viaje a donde tu quieras. Sin prisas, sin agobios. Solos tu y yo, y quizá podamos encargar un bebe
- ¡ Paul ! - dijo ella algo cortada
- Quién sabe. Lo mismo lo hemos fabricado hoy ¿ no te gustaría ?
- ¡ Claro que me gustaría ! Tener un hijo tuyo, es la continuación de ti. Sería un lazo más para nuestra unión, aunque...
- Aunque ... qué
- Nada
-Si, si. Algo has querido decirme. Aunque qué
- He recordado una conversación... Sólo eso. Deberíamos esperar un poco más
- Se a lo que te refieres. No, ni hablar. Será cuando nosotros lo decidamos, y no cuando unas mentes mal pensadas dirijan nuestras vidas. Quiero un hijo y lo quiero ya ¿ entendido ?
- ¿ Sabes ? Yo también
Se besaron nuevamente, felices por estar juntos. Habían conseguido los billetes por una cancelación, pero estarían separados. No importaba. Paul hablaría con la azafata para ver si podían intercambiar el asiento con algún otro pasajero. No sabía si eso podría ser posible, creía que no, pero al menos lo intentaría. Y efectivamente, no pudo ser, de manera que pasaron la mayor parte del tiempo en el bar del avión. Charlaban sin cesar de miles de cosas. Se decían constantemente que se querían, olvidando los momentos de angustia vividos.
Nuevamente aterrizaron en Los Angeles, tras un vuelo que no se les hizo tan interminable como el anterior. Estaban exultantes de felicidad. Tomados de la mano, reian por cualquier cosa intrascendente que vieran o que dijeran. Era el fiel reflejo de la felicidad. Ahora sabían ambos que su amor rompería cualquier barrera. Había sido necesaria esa breve separación, para afianzarse en su relación. Habían abierto sus corazones, y juntos caminarían por la vida.
Tras otra pelea con el director, Paul pudo arreglar las cosas y tras soportar el chaparrón de improperios y gruñidos, quedó en incorporarse al trabajo al día siguiente. Terminó el rodaje y como había prometido a su mujer, harían ese viaje, sin prisas. Sólo con la felicidad y amor que sentían.
- Y bien ¿ dónde quieres que vayamos ? - la preguntó mientras sentados ante el televisor veian un reportaje de National Geographic
- ¿Me lo preguntas a cuento del reportaje que estamos viendo?- le comentó ella
- En parte si. ¿ Lo has pensado ?
- ¿ Sabes ? Me gustaría ir a Miranorte, a nuestra casa
- ¿ A Miranorte?-dijo sorprendido Paul
- Si... allí nos conocimos. Allí volvimos a encontrarnos. Y allí es donde deseo ir
- Bien. Pues iremos a Miranorte.
Había pasado casi un año, desde el final del rodaje de la película. La productora comunicó a Paul que harían la presentación oficial del film en poco tiempo.
Al estreno acudió lo más granado del mundo artístico. Los actores y actrices más relevantes, productores, directores y los protagonistas del evento. Paul estaba nervioso. Cómo serían las críticas, pero lo que más le preocupaba, era la reacción de su mujer. Era la primera vez que vería junto a ella algunas escenas escabrosas , y sabía que era celosa, y que aunque le repitiera a menudo que comprendía su trabajo, tenía miedo de su reacción. No delante de la gente, pero si en la intimidad de su hogar. Llevaban meses de paz y armonía, y por nada del mundo deseaba que se interrumpiera por una película. Paul había tratado, por todos los medios de disuadirla, que no asistiera al estreno, pero ella, tan terca como siempre, no quiso ni escucharle.
Eligió el mejor vestido, el más elegante, el que más la favoreciera y se dispuso a acompañar a su marido. Sabía que era importante para él. Estaba segura de su amor y nada ni nadie le haría desistir de acudir al estreno.
Hizo su paseo por la alfombra roja, cogida de su brazo, y Paul apretaba suavemente la mano apoyada en él. Ambos causaron sensación, y para muchos periodistas especializados en revistas del corazón, vieron por primera vez a una embarazada mujer de Paul Montgomery, bellísima , sonriente y segura de si misma que miraba a un lado y a otro. Su marido se detenía a firmar algún autógrafo de alguna persona que se lo solicitaba y ella aguardaba, unos pasos atrás, hasta que él complaciera a las fans. No sentía celos, estaba orgullosa de la admiración que su marido despertaba, y hasta comprendía la pasión que alguna jovencita sintiera al tenerle cerca.
Fue una de ellas, que chillaba llorosa, al hacerse una foto junto a él, la que suavemente la retuvo por un brazo y la dijo
- ¡ Que suerte tienes !
Alba sonrió y la respondió
- Cierto, tuve suerte al conocerle, porque él, es el hombre de mi vida. Lo siento, yo llegué primero- y siguió su camino junto a Paul
Él la cogió de la mano y entrelazando sus dedos, se dirigieron hacia la entrada del cine que proyectaría la película.
Tres meses después del evento, nació Alexandra, una preciosa niña de ojos oscuros y cabello algo pelirrojo, que colmó la felicidad de sus padres y la de sus abuelos. Pero aparte de los padres, la mas emocionada fue Rosalyn, la bisabuela. Douglas, el director, desde ese día pasó a ser tio Douglas,
F I N
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