El amor perdido
Caminaba despacio con la cabeza baja, sumida en sus propias reflexiones. Hoy se cumplía un nuevo aniversario, pero ¡ qué distinto aquél día a este !
La gente va y viene por el aeropuerto de Barajas, en Madrid. Aviones que entran y salen, familiares que acuden al encuentro con otros familiares. Ella no estaba allí por ninguno de esos motivos, simplemente la gustaba ir al aeropuerto. La gustaba ver la alegría del encuentro y la tristeza de las despedidas y cómo tomaban altura los aviones. Acodada en la barandilla de la terraza, se fijó en un avión que estaba tomando tierra, eran las seis de la tarde, y en ese momento los altavoces del interior anunciaban: "Está tomando tierra el avión procedente de Caracas, Venezuela ". Era un anuncio más de los muchos que se escuchaban. Con la vista siguió la trayectoria del aparato hasta que por fin llegó a su pista destinada.
Los empleados del aeropuerto acoplaban el túnel para que los pasajeros fueran hacia él. Ya no tenía interés para ella. Habían pasado dos horas y se había tomado un café en una de las cafeterías. Había realizado el ritual que normalmente hacía, simplemente por distracción, absurda si se quiere, pero una más de las manías que tenía.
Entró y sin saber por qué razón, se detuvo frente a la puerta de desembarque; no esperaba a nadie, no conocía a nadie. Veinte minutos después se abrían las puertas y comenzaban a salir los pasajeros del avión de Caracas. Los gritos de alegría de los que esperaban, se mezclaban con los aspavientos de aquellos que reclamaban la atención de los que llegaban. Ella sonreía y observaba la emoción que producía el reencuentro. Giró la cabeza y se fijó en alguien que entraba; nadie parecía esperarle, seguramente porque ese viaje sería habitual en él. Dejaba volar la imaginación, y no se dio cuenta de que estaba su mirada fija en la de esa persona, que a su vez era como un reclamo. Él también la miraba; no se conocían, pero se quedaron así durante unos minutos, hasta que ella se dio cuenta y rápidamente desvió la dirección de su mirada y deprisa, salió de allí, seguida por la mirada del desconocido pasajero.
Respiró profundamente y secó una lágrima que recorría su mejilla. ¡ Qué distinto aquél de este día ! Y qué casuales los que vinieron después, que aún no se explica, pero el destino fue moviendo los hilos hasta reunirles una vez más, y entonces se conocieron, se enamoraron y se casaron, pero... Hoy recorría esa calle que la conducía al lugar en donde estaba enterrado su marido, aquél viajero desconocido que llegó de Caracas.
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