El ático - Segunda parte de Azúcar

No se volvieron a ver en bastantes días. Ella observaba la vivienda de su vecino, y había veces que estaba toda iluminada, y siluetas varias ,además de las de él. Deducía que recibiría amigos, o quizá familia.  Todo era de lo más normal, aunque a ella le seguía picando la curiosidad.

Llegaba tarde al trabajo: se había dormido.  Pulsaba el botón del ascensor compulsivamente, como si al hacerlo acelerase su llegada.  El botón rojo estaba detenido en el ático; sin querer prestó atención al murmullo de conversaciones, de alguna risita, y por fin escuchó el cerrar de la puerta.

- ¡ Vaya, menos mal !  Pensé que echaría raíces aquí - pensó malhumorada.

Esperaba que bajase vacío, pero su sorpresa fue al abrirse la puerta y encontrarse con una guapísima mujer rubia, que aún conservaba una sonrisa en su cara.  De inmediato creyó adivinar a qué se debía el retraso en el cierre del ascensor: una aventura nocturna del inquilino del último piso. La miró de reojo como analizandola y tuvo que reconocer que la chica lo valía.

- Adiós

Así de escueta fue su despedida a la mujer del ascensor, y salió corriendo.  No sabía muy bien si por la prisa que tenía o por perder de vista a aquella mujer . Pero ¿ por qué ?  Paró un taxi y dándole la dirección de su oficina, se perdió en el tráfico.

Decidió acostarse y dejar lo que tuviera que hacer para cuando estuviese más descansado. La noche había sido algo agitada. Iba en dirección a su dormitorio, cuando al pasar por el salón decidió echar una ojeada al piso de la vecina "del azúcar".  Hacía mucho de aquella anécdota, pero no habían vuelto a coincidir.  Todo permanecía igual, a oscuras, y mirando el reloj, pensó que estaría trabajando.  Debería haberla devuelto la visita, siquiera por cumplir.  Rió al recordarlo y pensó que en ese fin de semana podría invitarla a tomar una copa.  Le había causado buena impresión y resultado, además de atrevida, gracioso ese primer contacto entre vecinos.

Esperó a la noche, y cuando observó que había luz, bajó para cumplimentar a  la vecina de la que ni siquiera sabía su nombre. Llamó a su puerta.

  Miró antes de abrir para averiguar quién sería a esas horas, que aunque no era tarde, tampoco acostumbraba a recibir visitas  Lo que menos esperaba es que él bajase a saludarla y ella estuviera hecha un adefesio, precisamente ante él.  .  Al verle, se giró de inmediato con cara de susto y contemplo lo que llevaba puesto.

- No abriré - pensó - Pero habrá visto las luces y escuchado la música, que no está baja precisamente. Bueno, no importa.  Abriré y que piense lo que quiera; total ya quedé hecha una ridícula...

- Perdone, sé que es tarde, pero lo he tenido muy liado durante estos días y quería devolverle la visita, e invitarla a tomar una copa en el fin de semana.  Vendrán unos amigos y lo pasaremos bien, al menos eso espero

- ¿ A mi ? ¿ Invitarme a mi, con sus amigos?  Es muy gentil de su parte, pero no creo deba aceptar. No nos conocemos

- ¡ Claro que nos conocemos ! ¿ Qué más necesitamos para entrar entre amigos? Se trata de una copa y pasar un buen rato. Pero entiendo que tenga compromiso, así que no se preocupe; será en otra ocasión

 Se dirigía al ascensor , cuando la voz de ella le detuvo:

- De acuerdo. Muy amable de su parte. Dígame cuándo y a qué hora. ¿ He de subir algo: vino, pasteles ...?

- Me alegro de que acepte. El viernes por la noche a las ocho, y no, no ha de subir nada. Somos vecinos, aunque en confianza he de decirla que me sorprendió la forma de presentarnos. Debes ser una chica muy original.

¡ La había tuteado !  Estuvo en la puerta hasta que el ascensor paró en el ático. ¿ Estaba contenta? Por un lado sí, pero por otro... ¡ Qué violencia ! ¡ Se había dado cuenta de lo del azúcar ! Bueno, mejor no pensar en ello: ya está hecho y no hay vuelta atrás.

No le había preguntado cómo debía vestirse.  No sabía su número de teléfono.  Escribiría una nota y la dejaría en conserjería, para que se la subiera  el portero.

 El fin de semana se acercaba y no había recibido respuesta a su pregunta de cómo vestirse, pero no volvería a subir para preguntarle.  Se pondría algo que resultara apropiado, ¿ pero qué ?  Estaba nerviosa revisando su guardarropa y nada era adecuado, uno por exceso y otro por defecto.

- Llaman a la puerta ¿ Quién será ? -. Se sorprendió cuando comprobó quién era.

- Sé que no son horas, pero no he podido bajar antes, lo siento.  El conserje me entregó la nota, pero he creído  oportuno bajar a responder.  Ponte lo que quieras; va a ser una reunión informal, entre amigos y tú lo eres ¿ verdad ?  Lo pasaremos bien. 

Cuando cerró, se dió cuenta de que no había pronunciado palabra alguna, pero una alegría instintiva recorrió su cuerpo. De repente sintió ganas de bailar y canturreó una canción, y reia, reia como una tonta, sin saber por qué.

La reunión había sido muy agradable, porque ellos lo eran, y se había sentido cómoda. Pero no debía abusar de su hospitalidad, y decidió que era hora de retirarse. En un momento en que él estaba cerca le dijo que se marchaba. La retuvo por un brazo y la dijo:

- No te vayas aún. Ellos no tardarán y me gustaría charlar para conocernos mejor. Por favor quédate.  Mañana no hay que madrugar

Y ella no puso o no supo resistirse.  Los amigos se despidieron y entre los dos recogieron las copas y pusieron el salón en orden. Hecho ésto se sentaron y comenzaron una charla distendida que poco a poco fue tomando derroteros más íntimos. No lo pensaron, simplemente surgió.  Eran adultos, libres y estaban a gusto juntos, y juntos amanecieron.

Habían decidido tener una relación y conocerse a fondo, comenzando por las respectivas profesiones, la familia, los amores anteriores... en fin, conocer su vida.  Y ellos se habían conocido, amado e ilusionados preparaban su futuro juntos.  Se reían juntos de cómo fueron sus principios.

 Ya hacía un tiempo desde que se habían conocido, y se año decidieron pasar las vacaciones de verano juntos. Irían a un lugar tranquilo a poder ser en una playa, y allí la pediría que se casara con él.  A su regreso, si ella aceptaba, comenzarían a preparar su boda.  Se querían, y deseaban envejecer juntos. Vivirían en el ático, adaptándolo al gusto de ambos; iban a ser dos y quién   sabe  si al cabo de otro año más, serían padres. 

No había nada que les hiciera más felices que el estar juntos.  Habían regresado de las vacaciones entrado el mes de Septiembre. Ella tenía que incorporarse a su trabajo, él lo hacía desde casa, pues como el conserje pensó, efectivamente, era escritor.  Habían pasado la noche juntos como hacían últimamente, y el despertador no había sonado, pero ella se despertó de repente, y miró con horror que llegaría tarde si no se daba prisa.  El la vió correr de un lado para otro vistiéndose, cogiendo su bolso y dándole un beso deseándole que pasase un buen día. Se quedaría en la cama un rato más saboreando la noche de amor que habían vivido.  ¿ Cómo había ocurrido todo ? ¿ Cómo era la vida de rocambolesca para unir a dos personas de la forma más insospechada.  Y pensando en ello, se volvió a quedar dormido.

Un ruido ensordecedor le despertó bruscamente. Se dirigió a la ventana para ver si podía averiguar a qué obedecía y lo que vió le dejó espantado.  No podía ser; ella trabajaba allí... Eran las 9 de la mañana del día 11 de Septiembre de 2001.




Autora: 1996rosafermu
Ilustración:  Internet
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