El charco
Se había puesto su mejor traje. Era una gran oportunidad para ella. Se asomó a la ventana y miró al cielo que permanecía gris y lluvioso. Hizo un gesto con su boca de contrariedad. No le gustaba nada la lluvia, pero además ensuciaría sus zapatos. Al no tener coche, no podía llevar otros de repuesto, así que... una de dos: calzaba los elegidos, o los otros más usados y con poco tacón.
Decidió arriesgarse, a ver si con un poco de suerte escampaba antes de salir. Aún tenía mucho tiempo por delante, y en primavera ya se sabe que lo mismo hace un sol que te abrasa, como a los cinco minutos cambia a lluvia. Y eso es lo que había sucedido justo en ese día, en el que todo debía estar radiante. Pero no, sería la única cosa que resultara bien.
No podía esperar más; la lluvia caía incesante, así que cogió el paraguas y salió decidida. Para remate no pasaba ningún taxi, y no se podía demorar más. Se arriesgaría e iría hacia la parada del autobús, después tomaría el metro hasta llegar al lugar de la cita.
Había concertado la entrevista con una semana de antelación. Era un puesto magnífico para el que se había estado preparando desde hacía tiempo y cuando leyó el anuncio, no se lo podía creer. De esta entrevista dependían muchas cosas, pero sobretodo obtener, al fin, la independencia económica que necesitaba.
- Menos mal que he salido de casa con tiempo. No sé lo que ocurre que, en cuanto llueve, todo se complica. El tráfico, el maldito tráfico. Como si aquí no lloviera nunca; hasta parece que hay más coches de los debidos. Tranquilidad. No he de ponerme nerviosa. Voy con tiempo de sobra. - se decía para calmarse.
Y al fin se vio en la calle, a cincuenta metros del lugar a donde debía dirigirse. Se había decidido por un conjunto de chaqueta y falda de color gris perla, una blusa rosa tostada y los zapatos de tacón comprados para ese propósito. El pelo limpio y arreglado y un poco de maquillaje. Al pasar por una tienda, no pudo evitar mirarse en el cristal disimuladamente, haciendo ver que estaba interesada en comprar algo, y ni siquiera tenía idea de lo que allí vendían, ya que su propósito era repasar su presencia. Conforme, con lo reflejado en el cristal, se dirigió hasta el semáforo, ya que al otro lado de la calle estaba situado el edificio al que tenía que acudir.
Pacientemente aguardaba a que el semáforo se pusiera en verde para peatones, pero aún estaba en ámbar y un coche que venía deprisa para aprovechar que aún podía pasar, pisó un gran charco que había junto a la acera, salpicando totalmente el traje gris de nuestra chica. Ella quería gritar, y asombrada por lo ocurrido sólo pudo abrir la boda desmesuradamente, al tiempo que enarbolando sus brazos al aire soltó un improperio al conductor del coche. Todos la miraban con cara de asombro, y ella ni siquiera deseaba ver la catástrofe que acababan de hacerla
-¿ Y ahora qué ? - repitió, mientras consternada miraba su falda totalmente empapada y sucia de barro.
Otra chica que estaba a su lado y que también resulto salpicada, sacó un paquete de pañuelos de papel y la ayudaba a tratar de limpiarla, pero aquello no tenía arreglo, y estaba a punto de echarse a llorar. Ni siquiera deseaba consultar el reloj, pero intuía que se le estaba haciendo tarde, y por supuesto no tenía tiempo de regresar a casa y cambiarse de ropa. Se había gastado un dineral en el traje y en los zapatos y ahora de nada había servido: estaba hecha un adefesio y, por irónico que pareciera, sólo los zapatos estaban deslumbrantes.
Explicó a la chica que estaba a su lado, la situación que tenía y lo único que pudo aconsejarla era, que acudiera a la entrevista y explicara lo ocurrido:
- Eres una chica muy bonita y tu traje se ve nuevo y de calidad, y lo ocurrido es perfectamente comprensible. Ellos lo comprenderán y con suerte te darán otra cita. A ver si ese día hace sol
Se despidieron y ella miraba con desolación su falda. Tomó aire, se armó de valor y cruzó la acera. Al entrar en el edificio, todos la miraban pero ella optó por hacerse la desentendida , como si fuera impoluta. Dió la referencia de con quién tenía que entrevistarse y hacia el despacho indicado se dirigió. Faltaban cinco minutos para que se cumpliera la hora de la cita.
- Por lo menos no llego tarde, hecha un desastre, pero aquí estoy. Lo que ocurra, no depende de mí
Diez minutos más tarde, una secretaria la indicó que podía pasar y con paso firme hizo su entrada en el despacho. ¡ Oh no ! ¡ Oh si ! Quién tenía que entrevistarla era el mismo cretino que la había salpicado.. Sus ojos se achicaron y hasta su boca llegaban palabras poco oportunas para una señorita bien educada y dirigidas a alguien de quién dependía su trabajo. Apretó los puños y tendió su mano al tiempo que se identificaba y saludaba al individuo que la estaba haciendo sudar arena.
El la miraba a la cara, y a su falda alternativamente con un gesto de desagrado en el rostro. Comprobaba que ella estaba pálida y le costaba articular palabras
-¿ Quién es esta mujer? - se preguntaba
Ella se percató de las miradas que la dirigía insistentemente a la falda, y entonces pensó que debía de cantar las cuarenta a aquel engreído niño guapo que no dejaba de mirarla, no reconociendo siquiera lo que había hecho, debiéndola pedir disculpas por ello, cosa que no hacía y no sólo eso, sino que encima se ofendía por haberse presentado ante él de esa guisa. Alzó los hombros, cogió aire, y abrió las aletas de la nariz, y resuelta se dirigió a él:
- Da lo mismo, me ha arruinado la entrevista, así que me va a escuchar. Ya lo creo que me va a oír.
A medida que ella le reprochaba lo ocurrido, y que ni siquiera había tenido la delicadeza de pedirla perdón, la furia contenida durante todo el tiempo desde que ocurrió, hasta su entrada en la oficina, la descargó con toda la vehemencia del mundo. Cuando terminó, el hombre no había pronunciado ni palabra, pero en su cara había gran asombro por lo que había hecho en aquél semáforo y que ni siquiera se había percatado.
- Lo lamento, muchísimo. Se me hacía tarde para una entrevista que debía realizar... ¡ A usted...! Dios mio, cuánto lo siento. ¿ Cómo puedo repararlo? ¿ Lo dejamos para otro día ? No mejor no, creo que lo menos que puedo hacer es darle el puesto. Echaré una ojeada a su currículo y en unos días se incorporará ¿ Le parece ?
- No, no me parece. Ni siquiera se ha molestado en hacerme preguntas. No conoce mis capacidades. En fin, creo que debo irme; todo esto ha sido un desastre. procuraré que la próxima vez que tenga que ir a una entrevista, llevar traje de repuesto. Buenos días, señor...
- No se vaya. Calmémonos un poco. Reconozco que la situación es violenta, más para usted que para mí, pero créame que fue sin querer; no me dí cuenta de que había un charco. ¿ Puedo compensarla de alguna manera?
- No señor, no hay compensación al sofocón que he pasado y la vergüenza de desfilar ante sus empleados así como me ve.
- Pues yo la veo de excelente forma - carraspeó un poco y prosiguió hablando.- Hemos tenido mala suerte, así que no se me ocurre más que mandar al tinte el traje, y después invitarla a cenar a un restaurante. Mientras cenamos charlaremos de su trabajo al que aspira; si los dos estamos conformes, mañana mismo puede empezar a trabajar con nosotros ¿ Acepta ?
Y aceptó. Trabajó para esa compañía, y dos años más tarde se daban el sí quiero en el Ayuntamiento ante un juez.
Autoría: 1996rosafermu
Derechos de autor reservados.
Decidió arriesgarse, a ver si con un poco de suerte escampaba antes de salir. Aún tenía mucho tiempo por delante, y en primavera ya se sabe que lo mismo hace un sol que te abrasa, como a los cinco minutos cambia a lluvia. Y eso es lo que había sucedido justo en ese día, en el que todo debía estar radiante. Pero no, sería la única cosa que resultara bien.
No podía esperar más; la lluvia caía incesante, así que cogió el paraguas y salió decidida. Para remate no pasaba ningún taxi, y no se podía demorar más. Se arriesgaría e iría hacia la parada del autobús, después tomaría el metro hasta llegar al lugar de la cita.
Había concertado la entrevista con una semana de antelación. Era un puesto magnífico para el que se había estado preparando desde hacía tiempo y cuando leyó el anuncio, no se lo podía creer. De esta entrevista dependían muchas cosas, pero sobretodo obtener, al fin, la independencia económica que necesitaba.
- Menos mal que he salido de casa con tiempo. No sé lo que ocurre que, en cuanto llueve, todo se complica. El tráfico, el maldito tráfico. Como si aquí no lloviera nunca; hasta parece que hay más coches de los debidos. Tranquilidad. No he de ponerme nerviosa. Voy con tiempo de sobra. - se decía para calmarse.
Y al fin se vio en la calle, a cincuenta metros del lugar a donde debía dirigirse. Se había decidido por un conjunto de chaqueta y falda de color gris perla, una blusa rosa tostada y los zapatos de tacón comprados para ese propósito. El pelo limpio y arreglado y un poco de maquillaje. Al pasar por una tienda, no pudo evitar mirarse en el cristal disimuladamente, haciendo ver que estaba interesada en comprar algo, y ni siquiera tenía idea de lo que allí vendían, ya que su propósito era repasar su presencia. Conforme, con lo reflejado en el cristal, se dirigió hasta el semáforo, ya que al otro lado de la calle estaba situado el edificio al que tenía que acudir.
Pacientemente aguardaba a que el semáforo se pusiera en verde para peatones, pero aún estaba en ámbar y un coche que venía deprisa para aprovechar que aún podía pasar, pisó un gran charco que había junto a la acera, salpicando totalmente el traje gris de nuestra chica. Ella quería gritar, y asombrada por lo ocurrido sólo pudo abrir la boda desmesuradamente, al tiempo que enarbolando sus brazos al aire soltó un improperio al conductor del coche. Todos la miraban con cara de asombro, y ella ni siquiera deseaba ver la catástrofe que acababan de hacerla
-¿ Y ahora qué ? - repitió, mientras consternada miraba su falda totalmente empapada y sucia de barro.
Otra chica que estaba a su lado y que también resulto salpicada, sacó un paquete de pañuelos de papel y la ayudaba a tratar de limpiarla, pero aquello no tenía arreglo, y estaba a punto de echarse a llorar. Ni siquiera deseaba consultar el reloj, pero intuía que se le estaba haciendo tarde, y por supuesto no tenía tiempo de regresar a casa y cambiarse de ropa. Se había gastado un dineral en el traje y en los zapatos y ahora de nada había servido: estaba hecha un adefesio y, por irónico que pareciera, sólo los zapatos estaban deslumbrantes.
Explicó a la chica que estaba a su lado, la situación que tenía y lo único que pudo aconsejarla era, que acudiera a la entrevista y explicara lo ocurrido:
- Eres una chica muy bonita y tu traje se ve nuevo y de calidad, y lo ocurrido es perfectamente comprensible. Ellos lo comprenderán y con suerte te darán otra cita. A ver si ese día hace sol
Se despidieron y ella miraba con desolación su falda. Tomó aire, se armó de valor y cruzó la acera. Al entrar en el edificio, todos la miraban pero ella optó por hacerse la desentendida , como si fuera impoluta. Dió la referencia de con quién tenía que entrevistarse y hacia el despacho indicado se dirigió. Faltaban cinco minutos para que se cumpliera la hora de la cita.
- Por lo menos no llego tarde, hecha un desastre, pero aquí estoy. Lo que ocurra, no depende de mí
Diez minutos más tarde, una secretaria la indicó que podía pasar y con paso firme hizo su entrada en el despacho. ¡ Oh no ! ¡ Oh si ! Quién tenía que entrevistarla era el mismo cretino que la había salpicado.. Sus ojos se achicaron y hasta su boca llegaban palabras poco oportunas para una señorita bien educada y dirigidas a alguien de quién dependía su trabajo. Apretó los puños y tendió su mano al tiempo que se identificaba y saludaba al individuo que la estaba haciendo sudar arena.
El la miraba a la cara, y a su falda alternativamente con un gesto de desagrado en el rostro. Comprobaba que ella estaba pálida y le costaba articular palabras
-¿ Quién es esta mujer? - se preguntaba
Ella se percató de las miradas que la dirigía insistentemente a la falda, y entonces pensó que debía de cantar las cuarenta a aquel engreído niño guapo que no dejaba de mirarla, no reconociendo siquiera lo que había hecho, debiéndola pedir disculpas por ello, cosa que no hacía y no sólo eso, sino que encima se ofendía por haberse presentado ante él de esa guisa. Alzó los hombros, cogió aire, y abrió las aletas de la nariz, y resuelta se dirigió a él:
- Da lo mismo, me ha arruinado la entrevista, así que me va a escuchar. Ya lo creo que me va a oír.
A medida que ella le reprochaba lo ocurrido, y que ni siquiera había tenido la delicadeza de pedirla perdón, la furia contenida durante todo el tiempo desde que ocurrió, hasta su entrada en la oficina, la descargó con toda la vehemencia del mundo. Cuando terminó, el hombre no había pronunciado ni palabra, pero en su cara había gran asombro por lo que había hecho en aquél semáforo y que ni siquiera se había percatado.
- Lo lamento, muchísimo. Se me hacía tarde para una entrevista que debía realizar... ¡ A usted...! Dios mio, cuánto lo siento. ¿ Cómo puedo repararlo? ¿ Lo dejamos para otro día ? No mejor no, creo que lo menos que puedo hacer es darle el puesto. Echaré una ojeada a su currículo y en unos días se incorporará ¿ Le parece ?
- No, no me parece. Ni siquiera se ha molestado en hacerme preguntas. No conoce mis capacidades. En fin, creo que debo irme; todo esto ha sido un desastre. procuraré que la próxima vez que tenga que ir a una entrevista, llevar traje de repuesto. Buenos días, señor...
- No se vaya. Calmémonos un poco. Reconozco que la situación es violenta, más para usted que para mí, pero créame que fue sin querer; no me dí cuenta de que había un charco. ¿ Puedo compensarla de alguna manera?
- No señor, no hay compensación al sofocón que he pasado y la vergüenza de desfilar ante sus empleados así como me ve.
- Pues yo la veo de excelente forma - carraspeó un poco y prosiguió hablando.- Hemos tenido mala suerte, así que no se me ocurre más que mandar al tinte el traje, y después invitarla a cenar a un restaurante. Mientras cenamos charlaremos de su trabajo al que aspira; si los dos estamos conformes, mañana mismo puede empezar a trabajar con nosotros ¿ Acepta ?
Y aceptó. Trabajó para esa compañía, y dos años más tarde se daban el sí quiero en el Ayuntamiento ante un juez.
Autoría: 1996rosafermu
Derechos de autor reservados.
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