La base


Se despidió de su familia de su medio novia, muy a disgusto. No quería dejar Texas. Su ambición era licenciarse del ejército y trabajar en el rancho de sus padres. Seguir adelante con su chica y pasado un tiempo, formar una familia con ella.  Le mandaban a un país lejano, que no conocía ni sus costumbres ni siquiera su idioma. Pensaba que su partida sería el peor día de su vida, pero tenía que ir sin más remedio o le declararían prófugo, buscado y quién sabe si encarcelado.  Por mucho que su madre le consolara, él no deseaba partir.

Tras largas horas de avión, tomaron tierra en la base que habían instalado conjuntamente con ese  país. Hablaba poco o casi nada, con sus compañeros, que al contrario que él, estaban contentos por llegar.  Casi todos habían procurado informarse acerca de la clase de país en el que vivirían al menos por unos pocos años, aunque viajarían a su país  de origen por vacaciones.  Casi todos habían comprado un diccionario ingles-español a fin de confraternizar con sus nuevos vecinos.

Vivirían dentro de la base, y allí tendrían todos los servicios que precisasen, tal como economatos, superficies para comprar ropa, comida americana..., en fin todo traido desde USA.

Viviría  en un chalet con dos compañeros más.  Podrían acudir a divertirse, los fines de semana que tuvieran permiso, al cercano pueblo. Incluso podrían tener amistades españolas.  La base estaba situada a las afueras de ese pueblo a medio camino de Alcalá de Henares.  Todos desconocían que en esa pequeña ciudad había nacido el autor de El Quijote, y la mayoría de ellos ignoraban quién era ese famoso señor.

Alguno de ellos, se carteaba con una chica española que residía en Madrid,  desde hacía meses, y ese muchacho era el que les informaba más o menos de alguna de las costumbres.  Tras instalarse, conectaron con sus familias y charlar durante unos minutos dándoles sus primeras impresiones, que en nuestro alto, rubio, fuerte muchacho no fueron muy extensas ni alegres.

Y llegó el primer fin de semana que tenían libre; unos decidieron ir a la capital, otros al pueblo cercano a la base y nuestro buen amigo, decidió quedarse tumbado y escribiendo a su novia.  No le apetecía nada conocer aquel lugar, ni a ninguna chica, por mucho que le animaron sus compañeros. Estaba obligado y a disgusto; deseaba que el tiempo corriera veloz y regresar a su tierra.  Odiaba con toda su alma aquél lugar, ya que había truncado su proyecto de vida, aunque reconociera que el país no tenía la culpa de lo que su gobierno planificara.

Y sus compañeros comenzaron a llegar, ya que tenían hora tope para hacerlo.  Él veía la televisión y había ido hasta la cafetería porque el tiempo se le hacía interminable.  Todos llegaron contentos. El muchacho que se escribía con la madrileña, venía encantado: al fin había conocido a la muchacha con quién se escribía y había resultado toda una experiencia, ya que ella no hablaba inglés y él tampoco español.

- Pero es preciosa. Tiene el pelo y los ojos oscuros y una sonrisa permanente.   - contaba a sus amigos

- ¿ Cómo os habéis entendido ? - le preguntaba otro

- Por señas. Es bastante lista. He pasado una tarde estupenda.  He quedado para el próximo sábado.

Él les escuchaba; estaban contentos con la experiencia vivida. Quizás él debió hacer lo mismo. Será la próxima vez, porque de lo contrario los días, los meses, se le harán interminables.

Al salir de las maniobras, aquél día decidió volver a la cafetería de la base, siquiera para tomar algo y no estar solo en casa. Al entrar, observó que atendiendo la barra, había una chica nueva, al menos no estaba la primera vez.

- Así deben ser todas las españolas-, pensó -. Morenas y no muy altas, pero parecen simpáticas.

En lugar de sentarse en una mesa, decidió hacerlo en la barra y tratar de charlar con ella o con algún compañero.

- ¿ De qué voy a hablar? Como no sepa inglés...

Pero chapurreando un poco, ella le dijo lo que deseaba tomar y señalando con la mano, la indicó una determinada marca de whisky. Se lo sirvió y siguió con su trabajo.  Estaban retransmitiendo un partido de fútbol; a penas conocía ese deporte, pero parecía que era aceptado por todos los allí presentes, incluida la muchacha.  No sabía el tiempo que llevaba allí cuando decidió volver a casa.

Daría un paseo. Hacía una noche espléndida con un cielo pleno de estrellas brillantes. Su imaginación volvió a la cafetería y al rostro de la chica que le atendiera.   Del bar salían las voces de alegría o disgusto a medida que alguna novedad ocurría en el partido. Estaba iluminado por la luz que salía del interior, y vió salir a la camarera, sin uniforme.  Y observó que tenía unos andares graciosos, como si fueran pasos de ballet. Había soltado su recogido pelo y ahora lucía una melena oscura y algo rizada. Iba acompañada por otra chica, y por la forma de hablar se notaba que eran compañeras o al menos, amigas.  Cuando pasaron a su lado, él cortésmente su cuadró ante ellas, y ese gesto provocó las sonrisas de agradecimiento de las muchachas.  Y decidió que volvería otra vez y pediría a algún compañero que le prestase el diccionario para aprender alguna palabra en castellano.

Y de nuevo llegó el fin de semana, y de nuevo los chicos le pidieron que les acompañase, pero él simplemente les dijo:

- Tengo una cita

  Todos silbaron con admiración, parecía que el taciturno Charles se estaba abriendo, y hasta le notaban más receptivo.  Naturalmente, y aunque ellos no lo supieran, la cita sólo existía en su imaginación, pero volvería a la cafetería a ver si con un poco de suerte, ella estaba allí.  Al no verla, preguntó a la cajera por ella, pero le dijo que había estado de turno por la mañana y que hasta el lunes no volvería.   La cajera era americana  y por ella supo como se llamaba la muchacha y donde vivía.

- En Alcalá de Henares - respondió

- ¿ Está muy lejos ? - preguntó

- ¡No¡, aunque no para ir andando. En coche en veinte minutos llegarías.

No sabía la calle , pero pensó que no sería muy grande el lugar; en realidad, todo comparado con las distancias de su país, todo le parecía pequeño. Sólo tenía una referencia: la base de Torrejón. Preguntaría por ella a quién se encontrase.   Alquiló un taxi, y efectivamente, en veinte minutos entraba en Alcalá de Henares, topándose con la estatua de Cervantes, en la plaza que lleva su nombre.

Tenía la creencia de que sería más pequeño que la base, pero no lo era, así que sería muy difícil localizarla. Ya que había llegado hasta allí, entraría en un bar y tomaría algo, y quién sabe si dando razón la conocieran.  No creía que trabajasen muchas personas españolas en la base.  Lo intentó, pero nadie supo darle razón.  Así que desanimado resolvió volver a la base. La próxima vez que fuera a la cafetería se lo preguntaría o directamente la invitaría a salir.

Ni por un momento se acordó de la muchacha que había dejado en Texas y que creyó que sería su prometida al regreso a casa.  Antes de dormirse, todas las noches estudiaba alguna palabra, las más usuales, para poder entenderse. Y después de terminar su trabajo, se acercaba todas las tarde hasta el bar por ver si ella estuviera.  Y aquella tarde allí estaba.  El corazón le dió un vuelco.  Estaba bromeando con su compañera y con unos chicos que trabajaban en la base, pero que eran españoles.
Ésto último le contrarió un poco, pero se dirigió a la barra para pedir su whisky.  Ella sonriente le mostró la botella y él dijo que sí con la cabeza. ¡ No le había olvidado, le recordaba !

Y comenzó a charlar con ella en los momentos que tenía libres atendiendo a los clientes. Pero, por difícil que pareciera, se entendían, a trompicones, pero lo hacían. Él se demoró más aquél día charlando con ella, y la pidió salir, y ella aceptó.

Se fijó en él en cuanto entró en la cafetería el primer día. Llamó su atención la corpulencia del soldado, a pesar de que había muchos chicos rubios, pero no sabía por qué , Charles llamó su atención.

Y poco a poco, comenzaron a salir los fines de semana, y poco a poco había algo entre ellos que cada vez les unía más. Alquilaba un coche y así no tendrían que vivir pendientes de que no se les pasara la hora de que el autobús de la base se marchase sin ellos.  Y poco a poco caló en su interior lo que de verdad sentía por ella, algo que negaba, pero que estaba ahí.  Y no dudó de lo que ocurrió el día que la besó por primera vez y ella correspondió.  Se habían enamorado, pero no podía ser. Charles tenía un medio compromiso con otra chica y cuando el plazo se cumpliese, tendría que regresar a su país.  Esa idea no se le iba de la cabeza.  Por primera vez se abrió a sus compañeros de apartamento, que le escucharon con mucha atención, dando cada uno de ellos su opinión.  El chico cuya novia vivía en Madrid, se lo soltó de improviso:

- Cásate con ella. Yo lo haría, es decir lo vamos a hacer y  además no tardando mucho. Ya lo he hablado con mi novia y cuando nos trasladen a casa, ella vendrá conmigo o irá de inmediato.  No sé qué me dió pero estoy loco por ella. No, no la dejaré aquí.

Se quedó callado, pero asimilando lo que su amigo iba a realizar. ¿ Y si ellos hicieran lo mismo? Se querían, pero... ¿ estaría ella de acuerdo ?
 La siguiente vez que se vieron se lo propuso, y aunque ella tenía sus dudas, al final aceptó ser su esposa. Y buscaron un hotel y allí pasaron su tarde de sábado.  No podían separarse.

 Él regresaba a casa: había cumplido los tres años y ahora debía emprender una nueva vida, pero muy diferente. Se habían casado en la base y lo había hecho el capellán. En cuanto llegase la reclamaría.  No vivirían mucho tiempo separados, no lo soportarían, ya no.

Pero los trámites se demoraron y las complicaciones estuvieron a la orden del día. El rompimiento con su antigua novia, causó un disgusto fenomenal en ambas familias, y el remate fue cuando le dijo que se habían casado y que la traería a casa lo más rápidamente posible.  Sus padres apenas le dirigían la palabra. Busco una casita en la que vivir mientras aceleraba los trámites para reunirse. Y recibió una carta de ella anunciándole que estaba embarazada y tenía miedo.

Era la noticia más feliz que podía recibir, pero también fue el motivo de otro nuevo disgusto. Le argumentaban que era una excusa puesta por ella, y que no sabría nunca si de verdad sería su padre. Él sabía que lo era, ya que perdió su virginidad estando con el en la segunda noche que salieron juntos.  No le importaba si no era de él, era un hijo de ella y con eso le bastaba.  Pero también la familia podrían hacerle la vida imposible.  Tomó una decisión: se alejaría de todos. Había conocido junto a ella el verdadero amor, y no lo dejaría escapar.

Pasaban los días y nada sabía de Charles; pensaba mil cosas, pero tenía fijación con la noticia que le había dado.  Su amiga no hacía más que decirla que no le volvería a ver. Que le asustó al anunciarle el embarazo, porque pensaría que le había engañado.  Moralmente estaba hundida; no quería arrepentirse  de haberse casado, pero pensaba, al mismo tiempo, que se habían precipitado, que no se conocían lo suficiente como para hacerlo.  Pero también que él se marcharía y ¿ se volverían a ver ?

En la base nadie sabía nada, o no querían decirle nada.  Ella siguió trabajando en la cafetería, y en su interior, quizás esperaba verle aparecer algún día , como la primera vez.  Pero eso no ocurría y su embarazo ya era visible.

- Me ha dejado, se ha olvidado de mí- se repetía una y otra vez.  Estaba claro que él no la quería de la misma forma que ella , pero al menos tendría su hijo para recordarle siempre.

Un taxi paró a la puerta de la cafetería y ella se disponía a terminar su turno. Hacía frío, era de noche, pero su obsesión era ver en cada hombre que llegaba hasta allí, a Charles.  Después iba a la parada del autobús que la llevaría hasta Alcalá.

Cuando se bajó del taxi, una ola de emoción anegó su garganta: allí estaba ella, caminando torpemente y su vientre abultado, con su hijo dentro.  Los pies no podía despegarlos del suelo, quería ir corriendo y apretarla entre sus brazos.  Ella hizo una señal al taxi. No tenía ganas de ir en autobús, no se encontraba muy bien. Iba con la cabeza baja mirando por donde pisaba para no caerse, y así llegó hasta el coche, y así le vió.

Lo había dejado todo por ella: trabajo, familia, casa, país... Todo. lo único que importaba era ella y la familia que formarían con el niño que llegaría en unos meses.

Y aquí formaron su hogar, su familia y fueron felices y se quisieron. Sólo faltaba que la familia de Charles la admitiese y eso también ocurrió en esas Navidades.





Autora:  1996rosafermu
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