La bolsa
Todas las mañanas salia a la misma hora, no quería llegar tarde a su trabajo. Como cada día se esmeraba en su aseo y en su forma de vestir. Mientras ésto hacía, su mujer, también se levantaba temprano. El día sería largo: la casa, los niños, la comida, el mercado... ¿ El mercado ? ¿ Qué mercado ? Los precios habían subido muchísimo y a penas alcanzaba para los alimentos más imprescindibles, sobretodo para los niños: Mario de siete años y Carmen de cinco. Se estaban criando, creciendo, y buscaba, dentro de sus posibilidades lo mejor para ellos, para que fueran cubiertas sus necesidades más básicas. El matrimonio se arreglaría con cualquier cosa, casi siempre con legumbres cocidas a palo seco, porque no había ni para chorizo, ni punta de jamón, ni siquiera para alguna patata... Pero ellos estaban bien.
Después de que su marido saliera, ella se arreglaba , dejaba a sus hijos en la escuela y se dirigía a casa de "su" señora. Hoy tocaba limpiar la cocina, y era lo que más temía, porque era muy cansado y no sabía cómo disimularlo por la noche, ante su marido. Hasta hacía poco ignoró que su esposa se había convertido en asistenta. Los niños comían en la escuela y Álvaro, su esposo, en una tasca cercana a la oficina, Así que ella, con un bocadillo que la jefa le daba a media mañana, podía pasar el día.
Pero cada vez las fuerzas la pasaban factura y ella sabía que no se alimentaban bien, pero no podía hacer otra cosa. Con diez euros poco podía hacer, así que echaba cuentas y cuentas: lo primero un cuarto de pollo para los niños y leche para su desayuno. Para merienda, pan con aceite, y ellos... bah, con cualquier cosa. Hacía siglos que no se comían un huevo frito y a pesar de ser barato, miraba con lupa el aceite a usar, y el pan con que mojar la yema. Todo era insignificante en un estado normal, pero ellos ahora, no lo tenían.
- Dí a tu jefe que te suba algo el sueldo. Que la época es difícil para todos, y se nos va todo en pagar el alquiler. Arguméntale que los niños estar en edad de crecer y no da para tanto. Yo gano poco, voy dos días a la semana y mucho me temo que la señora termine viviendo en una residencia. Pero ya me buscaré otra casa.- decía a su marido
- ¿ Crees que no me duele que tengas que servir a alguien, cuando debieras ser tu la que recibieras servicio? No es justo y me desespero, porque no puedo pedir un aumento, ahora no. Las cosas están difíciles y ya nos lo ha advertido: de subidas nada.
Y esa era su conversación a menudo, hasta que dejaron de hablar de ello y de nada. Esperaban como agua de Mayo el primer día de mes, pero aquel, el sueldo no venía, y en el frigorífico tan sólo había medio paquete de leche y una botella de agua. Ella le urgía para que siguiera reclamando:
- Seguro que tu jefe tiene la nevera llena. No sé qué dar a los niños para cenar esta noche. Le pediré a mi señora ir otro día más a la semana, a ver si así llegamos
De repente, él se echó a llorar y avergonzado se tapaba la cara con las manos. Ella se asustó y corrió a su lado abrazándole con angustia:
- ¿ Qué te pasa? ¿ Qué ocurre ? ¿ Te encuentras bien ?
El no podía hablar y sin embargo debía contarla que desde hacía días buscaba trabajo incansablemente , al haber sido despedido.
- Las cosas van mal, ya lo sabéis. Tengo que cerrar el negocio. Tenéis que recurrir al paro - Es lo que había dicho a los tres empleados.
Pero la tramitación en el paro se demoraba, y buscaba un puesto de trabajo: primero en lo suyo y al no haberlo recorría las obras en construcción aunque no tenía ni idea, pero al menos podía acarrear ladrillos. Pero ni siquiera eso. Se lo había ocultado a su mujer, pero había llegado el momento de hablar con ella y afrontar juntos la situación.
Escuchó el relato horrorizada: era su única entrada para subsistir. Recurriría a su familia, aunque ellos también lo estaban pasando mal, pero al menos que los niños comieran. Y ella también le anunció que la señora a la que servía, se había ido a vivir con una hija y ya no la necesitaba. Había dejado aviso en la verdulería, en la tienda de ultramarinos, en la panadería, pero pareciera que todos estaban en la misma situación.
Las lágrimas de los dos se juntaron abrazados, y ella entonces, para consolar a su marido, le dijo:
- No te preocupes, encontraremos algo. Al menos los niños comen en el colegio y cenarán en casa de mi madre. Saldremos adelante.
Él la abrazó y la beso, aunque en su interior sabía que era difícil, muy difícil su situación, quería pensar que esa racha pasaría. Seguiría buscando trabajo y cuando le dieran el paro, volvería la normalidad. El tiempo que tardasen lo pasarían de la mejor manera posible.
Y siguieron con su rutina, engañándose mutuamente: él buscando trabajo, y ella había "conseguido" una casa y en unos días tendrían todo solucionado. Cada uno de ellos tomaron direcciones distintas.Él en su habitual recorrido en busca de algo, y ella lo mismo preguntando en los bares si necesitaban cocinera. Además de pedir el trabajo, necesitaba hacer tiempo hasta que fuera la hora de acudir al local en donde la facilitarían alimentos. Estaba cansada y con el estómago vacío y pedía mentalmente, que no le diera un mareo. Llegó la hora de acudir al lugar del socorro alimenticio, guardo cola y al fin la tocó el turno. Tras unas preguntas y ella exponer su situación, la señora que la escuchaba movía la cabeza apesadumbrada; la situación les desbordaba, cada vez acudía más gente a solicitar ayudas. La trajeron una bolsa con aceite, garbanzos, sopa, leche para los niños, galletas un pollo, yogures.... muchas cosas que hacía que en su despensa no estaban. Y no pudo reprimir el llanto y tomando las manos de la buena mujer, las besó agradecida. El hombre que estaba detrás de ella, la sujetó para que no cayera al suelo de un mareo.
La entraron al dispensario y allí un médico voluntario la reconfortó: no está enferma, aunque por milagro. Tómese esta taza de caldo y verá como se encuentra mejor. Había caído bien a la asistente social que la atendió; se la partía el corazón al entrevistar a todas esas personas tan necesitadas y que sólo las podían socorrer con una bolsa de comida, pero sintió algo en su interior por aquella madre joven, educada y avergonzada de verse en esa situación:
- Cuál es tu nombre - la preguntó
- Lucía - respondió
- Muy bien Lucía. Como verás aquí necesitamos gente que nos ayude, estamos desbordados y cada día más. No te podemos dar un sueldo, pero si nos ayudas, tu paga sería una bolsa semanal de comida para tí y tus niños ¿ qué te parece ?
-¿ Que, qué me parece ? Que sí. Haré lo que haga falta. Soy fuerte y el trabajo no me asusta. Y soy buena cocinera, podría ayudar en la cocina también.
- ¿ Desde cuando no comes? - añadió
- Desde ayer a mediodía
- Ven, entra al comedor y come. Y mañana te espero a las ocho para que nos ayudes. Comerás y el sábado llevarás una bolsa de alimentos a tu hogar.
Mientras volvía a su casa, la alegría la desbordaba. ¡ Qué suerte había tenido ! Hoy sus niños cenarían caliente y su marido igual. Al fin podría llenar la nevera y además tendrían, al menos, la comida asegurada.
Cuando todo estaba guardado, sintió el tintineo de las llaves al abrir la puerta. Su marido estaba en casa. Salió a su encuentro contenta . Él también lo estaba; depositó en el suelo, otra bolsa de comida.
No necesitaron hablar, ambos sabían dónde la había conseguido: en otro hogar semejante al de ella.
Ese día hubo celebración en su casa. Irían a casa de sus padres a recoger a los niños: cenarían los cuatro juntos, por primera vez en mucho tiempo, y los niños tendrían ColaCao y galletas para desayunar. El resto, el aqluiler de la casa, ya lo solucionarían.
- Ves mujer. Trabajo no he encontrado, pero, al menos tenemos asegurada la comida. Mis padres y los tuyos se han ofrecido a pagarnos el alquiler. Y la luz... bueno ya veremos. - Estaban contentos a pesar de los problemas
- ¿ Cómo se te ocurrió lo de la bolsa ? - dijo ella
-¿ Cómo se te ocurrió a tí- respondió él.
Se volvieron a abrazar y reian felices. Al menos sus hijos irián a dormir con el estómago lleno.
P.D. Estas situaciones se dieron en España en la crisis del 2008. Está algo lejana, pero no olvidemos que tenemos otra que nos amenaza.
Autora: 1996rosafermu
Derechos de autor reservados.
Después de que su marido saliera, ella se arreglaba , dejaba a sus hijos en la escuela y se dirigía a casa de "su" señora. Hoy tocaba limpiar la cocina, y era lo que más temía, porque era muy cansado y no sabía cómo disimularlo por la noche, ante su marido. Hasta hacía poco ignoró que su esposa se había convertido en asistenta. Los niños comían en la escuela y Álvaro, su esposo, en una tasca cercana a la oficina, Así que ella, con un bocadillo que la jefa le daba a media mañana, podía pasar el día.
Pero cada vez las fuerzas la pasaban factura y ella sabía que no se alimentaban bien, pero no podía hacer otra cosa. Con diez euros poco podía hacer, así que echaba cuentas y cuentas: lo primero un cuarto de pollo para los niños y leche para su desayuno. Para merienda, pan con aceite, y ellos... bah, con cualquier cosa. Hacía siglos que no se comían un huevo frito y a pesar de ser barato, miraba con lupa el aceite a usar, y el pan con que mojar la yema. Todo era insignificante en un estado normal, pero ellos ahora, no lo tenían.
- Dí a tu jefe que te suba algo el sueldo. Que la época es difícil para todos, y se nos va todo en pagar el alquiler. Arguméntale que los niños estar en edad de crecer y no da para tanto. Yo gano poco, voy dos días a la semana y mucho me temo que la señora termine viviendo en una residencia. Pero ya me buscaré otra casa.- decía a su marido
- ¿ Crees que no me duele que tengas que servir a alguien, cuando debieras ser tu la que recibieras servicio? No es justo y me desespero, porque no puedo pedir un aumento, ahora no. Las cosas están difíciles y ya nos lo ha advertido: de subidas nada.
Y esa era su conversación a menudo, hasta que dejaron de hablar de ello y de nada. Esperaban como agua de Mayo el primer día de mes, pero aquel, el sueldo no venía, y en el frigorífico tan sólo había medio paquete de leche y una botella de agua. Ella le urgía para que siguiera reclamando:
- Seguro que tu jefe tiene la nevera llena. No sé qué dar a los niños para cenar esta noche. Le pediré a mi señora ir otro día más a la semana, a ver si así llegamos
De repente, él se echó a llorar y avergonzado se tapaba la cara con las manos. Ella se asustó y corrió a su lado abrazándole con angustia:
- ¿ Qué te pasa? ¿ Qué ocurre ? ¿ Te encuentras bien ?
El no podía hablar y sin embargo debía contarla que desde hacía días buscaba trabajo incansablemente , al haber sido despedido.
- Las cosas van mal, ya lo sabéis. Tengo que cerrar el negocio. Tenéis que recurrir al paro - Es lo que había dicho a los tres empleados.
Pero la tramitación en el paro se demoraba, y buscaba un puesto de trabajo: primero en lo suyo y al no haberlo recorría las obras en construcción aunque no tenía ni idea, pero al menos podía acarrear ladrillos. Pero ni siquiera eso. Se lo había ocultado a su mujer, pero había llegado el momento de hablar con ella y afrontar juntos la situación.
Escuchó el relato horrorizada: era su única entrada para subsistir. Recurriría a su familia, aunque ellos también lo estaban pasando mal, pero al menos que los niños comieran. Y ella también le anunció que la señora a la que servía, se había ido a vivir con una hija y ya no la necesitaba. Había dejado aviso en la verdulería, en la tienda de ultramarinos, en la panadería, pero pareciera que todos estaban en la misma situación.
Las lágrimas de los dos se juntaron abrazados, y ella entonces, para consolar a su marido, le dijo:
- No te preocupes, encontraremos algo. Al menos los niños comen en el colegio y cenarán en casa de mi madre. Saldremos adelante.
Él la abrazó y la beso, aunque en su interior sabía que era difícil, muy difícil su situación, quería pensar que esa racha pasaría. Seguiría buscando trabajo y cuando le dieran el paro, volvería la normalidad. El tiempo que tardasen lo pasarían de la mejor manera posible.
Y siguieron con su rutina, engañándose mutuamente: él buscando trabajo, y ella había "conseguido" una casa y en unos días tendrían todo solucionado. Cada uno de ellos tomaron direcciones distintas.Él en su habitual recorrido en busca de algo, y ella lo mismo preguntando en los bares si necesitaban cocinera. Además de pedir el trabajo, necesitaba hacer tiempo hasta que fuera la hora de acudir al local en donde la facilitarían alimentos. Estaba cansada y con el estómago vacío y pedía mentalmente, que no le diera un mareo. Llegó la hora de acudir al lugar del socorro alimenticio, guardo cola y al fin la tocó el turno. Tras unas preguntas y ella exponer su situación, la señora que la escuchaba movía la cabeza apesadumbrada; la situación les desbordaba, cada vez acudía más gente a solicitar ayudas. La trajeron una bolsa con aceite, garbanzos, sopa, leche para los niños, galletas un pollo, yogures.... muchas cosas que hacía que en su despensa no estaban. Y no pudo reprimir el llanto y tomando las manos de la buena mujer, las besó agradecida. El hombre que estaba detrás de ella, la sujetó para que no cayera al suelo de un mareo.
La entraron al dispensario y allí un médico voluntario la reconfortó: no está enferma, aunque por milagro. Tómese esta taza de caldo y verá como se encuentra mejor. Había caído bien a la asistente social que la atendió; se la partía el corazón al entrevistar a todas esas personas tan necesitadas y que sólo las podían socorrer con una bolsa de comida, pero sintió algo en su interior por aquella madre joven, educada y avergonzada de verse en esa situación:
- Cuál es tu nombre - la preguntó
- Lucía - respondió
- Muy bien Lucía. Como verás aquí necesitamos gente que nos ayude, estamos desbordados y cada día más. No te podemos dar un sueldo, pero si nos ayudas, tu paga sería una bolsa semanal de comida para tí y tus niños ¿ qué te parece ?
-¿ Que, qué me parece ? Que sí. Haré lo que haga falta. Soy fuerte y el trabajo no me asusta. Y soy buena cocinera, podría ayudar en la cocina también.
- ¿ Desde cuando no comes? - añadió
- Desde ayer a mediodía
- Ven, entra al comedor y come. Y mañana te espero a las ocho para que nos ayudes. Comerás y el sábado llevarás una bolsa de alimentos a tu hogar.
Mientras volvía a su casa, la alegría la desbordaba. ¡ Qué suerte había tenido ! Hoy sus niños cenarían caliente y su marido igual. Al fin podría llenar la nevera y además tendrían, al menos, la comida asegurada.
Cuando todo estaba guardado, sintió el tintineo de las llaves al abrir la puerta. Su marido estaba en casa. Salió a su encuentro contenta . Él también lo estaba; depositó en el suelo, otra bolsa de comida.
No necesitaron hablar, ambos sabían dónde la había conseguido: en otro hogar semejante al de ella.
Ese día hubo celebración en su casa. Irían a casa de sus padres a recoger a los niños: cenarían los cuatro juntos, por primera vez en mucho tiempo, y los niños tendrían ColaCao y galletas para desayunar. El resto, el aqluiler de la casa, ya lo solucionarían.
- Ves mujer. Trabajo no he encontrado, pero, al menos tenemos asegurada la comida. Mis padres y los tuyos se han ofrecido a pagarnos el alquiler. Y la luz... bueno ya veremos. - Estaban contentos a pesar de los problemas
- ¿ Cómo se te ocurrió lo de la bolsa ? - dijo ella
-¿ Cómo se te ocurrió a tí- respondió él.
Se volvieron a abrazar y reian felices. Al menos sus hijos irián a dormir con el estómago lleno.
P.D. Estas situaciones se dieron en España en la crisis del 2008. Está algo lejana, pero no olvidemos que tenemos otra que nos amenaza.
Autora: 1996rosafermu
Derechos de autor reservados.
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