La Doña

Llegó con dieciséis años a la gran ciudad a ganarse la vida y lo que consiguió fue perderse en ella. Buscó trabajo, pero era una época de recesión y nadie quiso dárselo.  Conoció a alguien que le prometió la gloria, pero sólo consiguió un infierno. Rodó por la vida como un canto por el camino. De bar en bar, de sinvergüenza en sinvergüenza. Dejó de hablar con su familia a la que había dicho que trabajaba y ganaba dinero, pero para mandarles algo, ella muchos días se quedaba sin comer.

Y rodando, rodando, llegó a parar a un burdel de carretera y allí no sólo sufrió humillaciones, mal trato y vejaciones; había caído en un círculo vicioso del que le era imposible salir. Pero una noche, en que el agotamiento llegaba al grado máximo, la tocó un "cliente" que cambiaría su vida, aunque en la actualidad no sabía si para bien o para mal.  Dejó sus ilusiones de mujer joven en el camino. La trató bien y le aconsejó mejor, que dejase esa profesión. Y eso caló en su cabeza.

Estaba agotada; había perdido la cuenta de cuántos servicios había hecho.  Consiguió ahorrar algo de dinero, lo suficiente para salir del hoyo en que estaba metida, y junto con otra compañera, planeó escaparse de allí, huir y volver a recobrar su vida, aunque sabía que era difícil.  Tendrían que aguantar durante un tiempo, hasta que encontrasen trabajo nuevamente.

Y patearon las calles, buscando un sitio donde ejercer "su profesión". Eran jóvenes y bonitas, así que no les costó mucho comenzar a trabajar.  Pero no se conformaban con esperar a que los clientes llegasen a ellas y las eligieran;  habían muchas chicas y no a todas les caían bien.  Días en que no podían ejercer  porque la madre Naturaleza así lo demandaba. Se quedaban en la pensión, en la mísera pensión que podían pagar.  Y entonces planificaron el por qué ellas no podían ser sus propias jefas  organizando algo que las permitiera  mandar y no ser mandadas.  Pero para ello, tenían que trabajar durante más tiempo y quién sabe si llegarían a conseguirlo.

El teléfono sonaba, sobretodo por la madrugada, y siempre era atendido por alguien que amablemente  recogía el encargo. Para llevar bien el negocio, siempre tendría que estar una de ellas al pié del cañón. No sería una agencia cualquiera, sino la más formal y selecta de la capital;  poco a poco se irían abriendo paso.  Serían señoritas de compañía, pero no como lo habían sido ellas, sino de empresarios importantes que precisasen  una muchacha para una noche, o simplemente para que ellas escuchasen sus cuitas. Algunos eran casados y adoraban a su mujer, pero necesitaban algo fuera de lo corriente, y ellas se lo proporcionaban.  Cuidaban a sus chicas.  Las trataban con respeto, obligaban a hacerse revisiones médicas y no consentían que fueran maltratadas.  Era una agencia muy exclusiva con muchachas que,  en su mayoría lo hacían, no sólo para vivir bien, sino porque esos suculentos ingresos, les permitían lujos y caprichos.  Por lo general eran universitarias de día y de compañía por las noches.

Todas estaban satisfechas con el trato que les daba la agencia. Se sentían respetadas, al considerar que su trabajo, el que ellas habían elegido, por diversos motivos que a nadie interesaba, y del que sólo exigían limpieza, salud y cumplimiento con lo pactado con el cliente.  El resto corría de cuenta de las empleadas;  eran libres de hacer lo que les apeteciera fuera de la agencia.

Una de las jefas se había retirado; tenía suficiente dinero para vivir hasta su vejez, ya que había sabido invertirlo y muy bien. Encontró  un hombre maduro del  que se enamoró y la convirtió en su esposa.  La otra se quedó con el negocio agrandándolo, pero siempre cumpliendo con las rígidas normas impuestas.  Sin embargo, echaba de menos a su compañera, y cuando llegaba a casa, la encontraba fría, solitaria y aburrida.  Pensó que quizá había llegado el momento de pensar en la retirada.  Tenía cuarenta espléndidos años.  Su familia había desaparecido, tras  haberles dado una vida relativamente cómoda gracias a su trabajo, del que nunca supieron.

¿ Se enamoró alguna vez ?  Si, lo hizo, pero nunca confesó a su enamorado la profesión a la que se vió obligada a adoptar cuando era casi una niña. Ni él, ni su remilgada familia se lo perdonarían nunca, por tanto lo ocultó en lo más profundo de su alma y le amó con todas sus fuerzas, pero él no lo hizo en la misma medida y tras romper con ella, se casó con una chica de la buena sociedad.

Había roto su corazón, pero acostumbrada a ocultar sus sentimientos, nadie supo, más que su antigua compañera, la capacidad de amar que tenía.  Y decidió, que se dedicaría a viajar, a conocer lugares lejanos  y que nadie sabría nunca la verdad, sino que era una mujer madura con dinero, dispuesta a darse una buena vida.  Y así lo hizo sin remordimientos por lo que había sido, porque a pesar de lo que pareciera, fue honrada con sus empleadas, leal con ellas cuidándolas sanitariamente y de nada se arrepentía.  Traspasó su agencia y la continuadora seguiría su táctica que tan buenos resultados la diera.  Pero ella siempre sería " La Doña ", la meretriz más respetada en su profesión, esa que dicen ser la más antigua del mundo.  No volvió a enamorarse, pero disfrutó de la vida y de los hombres. Cuando la preguntaban algo de su trayectoria, después de haber tenido relaciones con alguno que ella eligiera para "divertirse", se reía y respondía:  Fui a la universidad más exclusiva de todas: la vida, ella te enseña todo lo que necesitas para triunfar en ella, aunque a veces tengas que dejar jirones de tu propia vida por el camino

-¿ Te compensa? Pues no sabría decirlo, es como todo: a ratos sí y otros no tanto, pero aquí estoy. Tan sólo a veces la soledad te hace plantearte muchas cosas, de las que ya no tienen remedio ¿ Cómo hubiera sido mi vida si no hubiera tomado algunas decisiones? No lo sé; sólo lo sabe Dios, y espero me perdone.



Autora: 1996rosafermu
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