La imágen

Llevaba de la mano a su mujer y se  la apretaba de vez en cuando. Y de vez en cuando giraba su cabeza para mirarla, y la sonreía, y ella correspondía de igual manera.  Hacía tiempo que habían cumplido los veinte años de casados, pero se seguían atrayendo. Habían tenido un comienzo complicado, como casi en todos los matrimonios ocurre, porque aunque tengas años de noviazgo, siempre hay una parcela que conservas para ti en exclusiva, que no compartes con nadie. Quizás algún recuerdo de juventud, alguna vivencia, algo que te lleva a retroceder en el tiempo y lo vuelves a vivir.

Habían decidido pasar una tarde en exclusiva para ellos: habían comido fuera de casa, después teatro y por último cena en un restaurante con espectáculo.  Estaban y se sentían felices. Habían superado etapas que todos los casados aseguran que son difíciles, pero para ellos no lo habían sido en exceso.  Pidió una botella de champán y extrajo de uno de los bolsillos de su chaqueta una pequeña caja y se la ofreció a ella, que asombrada por no esperarlo, palmoteaba contenta.  La abrió y ante sí había un colgante con una palabra " No me olvides".  Esa frase era mítica para ellos; tenía un significado especial.

 Con un brillo  en sus ojos, le miró y le dio las gracias.  Con ese colgante, con esa pequeña frase la estaba pidiendo perdón, la decía que la amaba  y que siempre estaría ahí, con ella.  Habían tenido una etapa difícil en sus vidas, ya solucionada. Él se dio cuenta que todo había sido una locura, un recuerdo de juventud que ahora ni deseaba ni buscaba. Sólo había surgido algo de improviso en un momento desafortunado, pero nada más.

Por nada ni nadie perdería a su mujer.  Aquella que llevada cogida de la mano, como para que no se le escapara.  No quería tentar a la suerte, pero tampoco engañarla; nunca lo había hecho y nunca lo haría. Sabía a lo que se exponía al confesar la verdad de lo ocurrido, pero asumiría las consecuencias.  En definitiva, nada había ocurrido, aunque faltase poco para ello.  Y a su memoria acudió la imagen, aquella de hace unos años, relegada ya al olvido, y satisfecho por haber descargado su conciencia.  Caminaban en silencio, mientras a su memoria llegó el relato de cómo ocurrió todo:

Eran jóvenes y con todas las inquietudes intactas.  Hacían proyectos para cuando terminasen la carrera, organizar sus vidas. Se amaban.  No era nada nuevo en una pareja que se conocía desde hacía tiempo, que había iniciado un noviazgo relámpago y hablaban de formar su vida juntos.  Pero hay un viejo refrán que dice: amor y mortaja, del cielo baja.  Y ellos, sin saber por qué, un día normal, sin nada especial, ni en sus vidas, ni en sus casas respectivas, les llegó aquello: la ruptura.

¿ Qué la produjo? Ni ellos mismos lo supieron, sólo que ya no se verían e irían cada uno por su lado.Vinieron días de desconsuelo, de desesperación incluso, pero el tiempo todo lo cura, y las heridas abiertas por su separación, se fueron haciendo pequeñas, pequeñas, hasta cerrar definitivamente, aunque una pequeña cicatriz quedó en algún rinconcito del corazón de él. Y no  se volvieron a ver.

Fue un tropezón inoportuno el que hizo que sujetara a aquella chica por el brazo antes de que cayera de bruces en el suelo.  Fue un instante, acaso una fracción de segundo, la que hizo que sus ojos se encontraran.  La ayudó a levantarse del suelo. La preguntó incesantemente si se había hecho daño.  Ella lo negó y le daba las gracias mil veces.  Ninguno de los dos arrancaba para la separación, y debían hacerlo.  Debían seguir su camino cada uno por su lado, y a duras penas, así lo hicieron.

¿ Qué había pasado? Le impresionó la mirada dulce de ella, que le recordó otra, ya alejada en el tiempo. Sonrió y siguió su camino, pero no podía apartar su pensamiento de ese fugaz encuentro.  Miró alrededor, como buscando algo. Nada buscaba, sino que simplemente se estaba situando.

¿Viviría por allí cerca? O quizá trabaje por la zona.  Pero el caso fue que él no tenía que pasar por allí, pero lo hizo.  Se desvió del camino que habitualmente hacía para llegar a su apartamento, no lejos de allí, pero que no tenía necesidad de hacerlo, ¿ por qué , entonces ?

Efectuó  el mismo recorrido durante varios días por ver si volvía a coincidir con aquella chica, pero la ocasión no volvió a repetirse, y decidió darlo al olvido.  Siguió con su vida y con sus normales relaciones de amigos y compañeros.

 Se casaba uno de ellos, y como despedida de soltero, todos los compañeros decidieron ir a un Karaoke ¿ Por qué ?  Era la cosa más absurda del mundo, pero sin embargo, de repente le entraron ganas de acompañarlos y con ellos fue.

Sentado en una de las mesas, mientras bebía un Cubata, paseó la mirada por el local, y allí en un rincón había un grupo de chicas celebrando, probablemente un cumpleaños.  Tenían gorros de cartón en sus cabezas y soplaban una especie de trompetilla hecha de cartón y papel de colores con un pito en su extremo.  Se fijó en una de ellas, la más alegre del grupo que reía constantemente.  Le llamó la atención su rostro ¿ dónde la había visto antes? Le era conocida.  Hizo memoria por si  hubiera sido en el  despacho o algún día en el Metro...  y al llegar a este punto lo supo: el tropezón. La había buscado durante días, y fue justo aquí, en donde volvieron a encontrarse.  Ella no miraba a ningún sitio, sólo a sus amigas, y con ellas se reía, y hasta parecía que hubiera bebido algo más de la cuenta. ¿ Por qué estaría tan alegre?- se dijo. Y la siguió con la mirada cuando el grupo de amigas, decidieron retirarse. Posiblemente no volvería a verla nunca más. O quién sabe; el destino es caprichoso.

Mientras se desvestía para meterse en la cama, le vino a la mente lo vivido en el karaoke y la imagen de la chica. Sonrió recordando su cara.  Estaba cansado y se durmió enseguida, pensando en que lo habían pasado bien, se habían divertido a pesar de haber ido a ese local de mala gana. Le mejoró el humor al descubrir a las chicas que celebraban algo y, tan sólo al verlas, su humor había mejorado.

- Estás muy callado ¿ en qué piensas ?- le dijo su mujer cuando iban camino a su casa

- En cuando te vi por segunda vez, y en las siguientes veces, hasta conseguir enamorarte.  Y míranos, ya llevamos veinte años juntos.

  Ella apoyó su cabeza en el hombro del marido, sonriendo también. Pero a ella llegaron también pensamientos de tiempo atrás, cuando estuvieron a punto de darlo todo por perdido:

Se habían casado hacía poco tras un noviazgo relámpago y apasionado.  Ella estaba embarazada del que sería su primer hijo; deseado y buscado. Porque todo en su relación había sido así. Su forma de conocerse, la casualidad de volverse a ver en los sitios más insospechados, hasta llegar a la conclusión de que algo estaba ocurriendo en sus vidas y no era por casualidad. Ella amante de las novelas románticas, lo achacaba al destino.  Él más racional, la trataba de convencer de que todo había sido una sarta de casualidades, hasta el volver a ver a su primer amor, que aunque estaba olvidado, hizo que se removiera algo en su interior que creía ya olvidado.

 Se vieron casualmente y para celebrarlo, entraron en una cafetería: querían conocer lo que había sido de sus respectivas vidas.  Habían tenido un noviazgo apasionado y roto por no  sabían qué motivo, pero había calado en ellos, o quizá fuese la época en que ocurrió. Ella no había sido feliz y estaba divorciada. Sin embargo él, lo había sido y mucho

- Estamos esperando nuestro primer hijo. Estoy muy enamorado de ella, y la quiero con locura - la había confesado.  Ella sintió una punzada de envidia, y antes de que pudiera reflexionar, dijo:

- ¿ Tan enamorado como lo estuviste de mí ? - Él se quedó cortado;  no esperaba esa pregunta y no sabía qué responder

- Bueno... es diferente. Nosotros somos diferentes.

-Deberíamos charlar más profundamente de toda nuestra vida, pero ahora he de irme.  Toma llámame y charlaremos mas despacio - le dijo dándole una tarjeta con su dirección y teléfono.

La vio salir y se la quedó mirando.  Estaba espléndida, como si el tiempo no hubiera pasado, aunque en realidad no hacía tantos años.  Su primera intención fue romper la tarjeta, pero no lo hizo y antes de guardarla en su billetera, jugueteó con ella entre los dedos, pensativo: algo cruzaba por su cabeza, y al fin  la guardó sin ánimo de usarla. Miró su reloj y comprobó que era muy tarde y que ella estaría preocupada.  Y al recordar a su mujer, le inundó una ráfaga de alegría por llegar a casa y abrazarla. 

Unos días después, y como todo en su vida, ocurrió por casualidad, que al buscar algo en su billetera, se topó con la tarjeta.  Estaba de mal humor por una discusión absurda mantenida con su mujer durante el desayuno.  Había salido sin despedirse, tal y como acostumbraba; ni siquiera recordaba el por qué estaban enfadados, pero lo estaban. Y sin a penas darse cuenta, se vio marcando el número de su antigua novia.

 ¿ Cómo sucedió ? ¡ Buena pregunta ! pero allí estaba, esperando en la cafetería de un hotel a que llegase ella. Y ella llegó, pero en el acto se dio cuenta de que no era lógica aquella cita, con una casi extraña, porque ya lo era. Y la imagen  amable y risueña de su mujer se hizo patente cuando, al llegar ella, se levantó cortés para saludarla. ¿ Qué es lo que iba a hacer? ¿ Por qué ? ¿ Es que cada vez que discutiera con su esposa se acostaría con su antigua novia? ¿ Era una trampa del destino ? ¿ Y si ella hiciera lo mismo con algún antiguo novio que hubiera tenido, lo soportaría ?

Estaba enfadado con él mismo, muy incómodo ¿ Qué locura iba a cometer? Su esposa no se lo merecía. Tendiéndola la mano, se disculpó de la mejor manera posible, rompiendo ante sus ojos la tarjeta que le diera cuando se vieron.  Salió apresuradamente del local rumbo a su casa.

Se había dado cuenta, que a quién verdaderamente amaba era a  su esposa, a la mujer que le había hecho feliz e iba a darle un hijo.  Todo lo demás eran recuerdos de juventud, sin ningún valor sentimental más que el haber pasado el tiempo.  Se analizó mientras conducía el coche que le llevaría a casa.

- No, no la quiero, ya no. Esta bonita, pero mi mujer es mucho más valiosa que ella.  Creo que tuve suerte con la ruptura y conocer a mi mujer; no la cambiaría por nada ni siquiera por ella.

Al introducir la llave en la cerradura y abrir la puerta, se encontró con su mujer que, llorando venía hacia él con los brazos abiertos

- ¡ Qué susto me has dado! ¿ Por que has tardado tanto ? ¿ Por qué no me avisaste?  Estaba horrorizada.  Llamé a tu oficina y ya no había nadie. " Habrá ido a tomar una copa, pensé y llamé a tu compañero más inmediato.  Él estaba en su casa desde hacía tiempo y me dijo que te habías encontrado con alguien...- Y dejó suspendido en el aire el nombre de la persona con quién se había visto- Pensé que no volverías a casa, aún enfadado por lo de esta mañana.

La tomó de la mano y la hizo sentar junto a él. La abrazó y arrimándola a su pecho, la contó su entrevista y la sensación de vacío que había dejado.  Ella le escuchaba en silencio, pero en su interior sentía como una punzada de tristeza. Habían estado hablando más de tres horas;  mucho tiempo para rememorar viejas andanzas. Interpretó que algún rescoldo guardaba de aquél fuego, aunque él no se diera cuenta. ¿ Cómo sería aquella mujer?  No guardaba ninguna fotografía de ella, pero seguro que sería preciosa, más que ella.  Y sintió tristeza porque además, debido a su embarazo no estaba en su mejor momento físicamente.

Él imaginaba lo que ese silencio, que ella guardaba, se debía a las dudas que la hubieran asaltado,  y  dijo:

- Me encontré con ella por casualidad, charlamos durante un rato, y me dio su tarjeta para que la llamase  y vernos nuevamente para seguir hablando de los viejos tiempos.. Y la llamé. Sentía curiosidad por comprobar si aún quedaba algo entre nosotros, pero de repente, me acordé de ti, de nuestro enfado de por la mañana, de cuánto te quería, del hijo que llegará pronto y de lo rica y llena que era mi vida junto a ti. Entonces lo vi todo claro: tu rostro era mi luz, y era a ti a quién quería y deseaba.  Y allí mismo rompí la tarjeta  y salí  rápidamente.  Quería verte, llegar a casa y abrazarte, porque eres tú, tu imagen quién quiero ver mañana, tarde y noche, y no la de ni ella ni la de ninguna otra mujer. Tú eres mi esposa, la madre de mis hijos, mi familia, mi hogar, mi rincón, mi felicidad. no volveré a verla. No me interesa. Fue un a mor de juventud, el primero, pero tengo a mi lado el más fuerte, el más sincero, y el más valioso:  tú.  No me interesa ningún otro, ni ella, ni nadie más.

- ¿ Seguro que no volverás a verla ?

- No cielo. No me debo más que a una persona, y esa eres tú. A nadie más. Se que estás intranquila, pero haces mal, porque ella es sólo un recuerdo pasado. Quién dejó huella en mí fuiste tú.  Tu imagen fue la que me persiguió durante días, hasta que volví a encontrarte, borrando la otra imagen, que se perdió en el olvido.  Lo ocurrido esta mañana, fue una tontería; no debí marchar sin decirte cuánto te quiero. Cuánto te echo de menos y cuánto te necesito. Te pido perdón por la tentación que tuve de volverla a ver, pero al instante me dí cuenta de que eso pertenecía al pasado y que mi presente y mi futuro está contigo. Que fue una mitificación de algo pasado en la juventud, pero lo que verdaderamente real, lo que me hace feliz, estaba esperándome en casa. ¿ No sé si me perdonarás por lo que no llegó a ser, pero que estuvo a punto; no tengo disculpa. Quise que lo supieras para que nada ni nadie empañe nuestra unión. Fue una metedura de pata, pero sólo eso. No pasó nada.¿ Podrás perdonarme algún día ?

- Siempre, amor mio.  Y ahora abrázame.

Y aquella noche que se habían dado para ellos solos, volvieron a vivir la de otro tiempo en que estuvo a punto de cometer la mayor estupidez de su vida, pero que supo a tiempo, entender el mensaje lanzado por una imagen, cotidiana para él, pero infalible ante cualquier tentación.  Estuvo a punto de serle infiel, y sabía que se hubiera arrepentido, pero de no haber sido sincero con su mujer, probablemente ahora no estarían caminando, cogidos de la mano, veinte años después.



Autora :  1996rosafermu
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