Times Square

Es 31 de diciembre. En los trabajos, los empleados se despedían de sus compañeros saludando al nuevo año al que le faltaban pocas horas para nacer. En las calles algarabía por las compras de última hora.  Prisas, barullo y gente corriendo como si se acabara el mundo.  Rose mira a su alrededor, quizás asombrada de tantas carreras por una noche de juerga, que ella no comprendía, y creía absurdo.

No entendía el afán de la gente por esa noche, que no dejaba de ser una de tantas. Pero sin poder remediarlo, se acordó de su niñez, de sus padres ya fallecidos, y del entusiasmo que su padre ponía en adornar la casa y su madre en hacer un menú especial.  Les acompañarían en la mesa sus tíos, primos y algún amigo que al estar solo, era invitado a acompañarles en esa noche tan señalada.

-¿ Por qué señalada ?  Todos los días son iguales y había bastantes en el calendario a lo largo del año con 31 días. Y las 12 de la noche se cumplen a diario.  Francamente no entiendo a qué tanto alboroto.

- Se decía.

 Pero, sin embargo, recordaba con nostalgia sus dieciséis años, y aquel día en que vino a casa aquél muchacho alto y fuerte, hijo del amigo solitario de su padre, y que les acompañó aquél año.  Venía de permiso. Era militar, y disfrutaba de unos días de descanso; después retornaría a una de las absurdas guerras en la que estaban metidos.

<  Me pareció el chico más apuesto, simpático y galante de todo el mundo.  No hablaba directamente conmigo, y a mi me daba vergüenza hacerlo, entre otras cosas, porque a mi edad, poca conversación podía dar a un hombre de veinticinco años.

- Es muy mayor para ti -, me repetía.

 Pero yo no le quitaba la vista de encima.  Y llegaron las doce y la música estruendosa que nos anunciaba que pasábamos de año : ¡ Feliz año 1996 !  Algún vecino salió al exterior a lanzar algunos petardos y cohetes con lucecitas, que mirábamos embobados como ascendían hasta el cielo.  A la luz de  la pólvora, se iluminaba el rostro del muchacho militar; le veía sonreír, y hablar con mi tía, con mi madre o con alguno de mis hermanos; con cualquiera menos conmigo

Yo deseaba que, al menos me mirase, pero ni por casualidad.  Bebimos un sucedáneo de champán y alguna que otra copa, y por lógica,  me achispé al no estar acostumbrada a beber.  Y se me soltó la lengua.  Perdí la timidez y resolví que si la montaña no viene a mí, yo iré a ella.  De un trago me tome una copa y algo insegura me decidí ir a su encuentro.  En ese momento sonaba una música dulce y cadenciosa que provenía del televisor que permanecía encendido.  Le dí un tironcito de la manga de su chaqueta, y con la mejor de mis sonrisas le pedí que bailara conmigo

Y lo hizo, pero ahora pienso que fue por cortesía, porque a penas le llegaba al pecho y a su lado aún parecía más pequeña. Trataba de imitar a los mayores, ya que los chicos con los que había bailado, había sido en el instituto y lo hacían francamente torpe y mal.  El me rodeo con su brazo y me dejé llevar al compás de la música.  Su ropa olía a perfume varonil que a mi me volvió loca y recosté mi cabeza en su pecho.  Me hubiera gustado alcanzar a su mejilla y sentir el calor de su piel, pero era tan bajita a su lado, que no alcanzaba

Taladré con la mirada a la intrusa de mi vecina cuando llegó hasta nosotros y pidió que bailase con ella. Él cordialmente dijo que sí: era el héroe de la noche.  Venía de una guerra y había corrido un serio peligro, según explicaba su padre.  Pero a mí se me rompió el corazón al separarme de él

Al cabo de una hora, padre e hijo, se despidieron dando las gracias por la cordialidad recibida y estrechando las manos de todos los allí presentes, se marcharon a su casa.  Esa fue la última vez que le vi, pero la huella que dejó en mí, aún no se ha borrado.

Han pasado los años; ya no soy una cria adolescente, sino una mujer hecha y derecha, que aún sigue soñando con algún príncipe que venga a rescatarme de la soltería voluntaria en que permanezco. Mis hermanos se casaron.  Mis padres ya no viven, y el padre de mi héroe tampoco. No volví a saber si siguió en la guerra, o vivía.  Si había formado una familia... o que había sido de su vida.  Por eso este día es tan aborrecible para mí, porque ahora no tengo más que soledad y recuerdos.

No sé qué es lo que me pasó, pero al llegar a casa, fui a la cocina, abrí el frigorífico y contemplé con desgana los alimentos que allí habían.  Había comido y bebido en la oficina; no tenía apetito ni ganas de ponerme a cocinar. Me senté frente al televisor y puse el canal que estaba conectado con Times Square.

Estaba repleta de gente y la alegría y el alboroto eran contrastables. En cierto modo me dio envidia y pensé ¿ Y qué demonios haces aquí, sola y riéndote como una boba de lo que hacen otros.  ve allí, mézclate entre ellos, y chilla y grita cuanto quieras.  Nadie se va a dar cuenta de ti.  Aún no me había puesto el pijama, miré mis zapatos como si fuera la primera vez que lo hiciera.  Me levanté y los cambié por otros planos.  Me puse el abrigo, un gorro y la bufanda, y decidida me encaminé a Times Square.  Faltaba tan sólo media hora para que llegara el nuevo año.

Había alegría contagiosa en la gente.  Alguna chica,  junto con unos  chicos, tocaban una especie de trompeta de papel y se acercaron a mí invitándome a seguirlos.  Otros tiraban confeti, llenándome el abrigo de papelillos.  Todos miraban de vez en cuando hacia el edificio que marcaría la llegada de 2014, el nuevo año.  Yo sentía que un nudo subía hasta mi garganta. Todos a una comenzaron a corear los segundos que faltaban para que el nuevo año entrara triunfante.

Una explosión de aplausos, voces , trompetas y petardos, llenaron la plaza y yo en medio de ellos , quieta, sin saber qué hacer, y con una sonrisa de oreja a oreja.  Todos se abrazaban y se besaban emocionados.  Yo no tenía a nadie que felicitar por tanto, les miraba embobada. ¿ De dónde salió? no sabría decir, pero el caso es que algo duro, y rígido me dio en el hombro.  me volví para ver quién llamaba mi atención y frente a mí tenía ¡a mi héroe! ¿ Cómo era posible?

- ¡ Qué casualidad !- exclamé -. ¿ En serio eres tú ?
- Perdona, sólo deseo felcitar el Año Nuevo . Te he visto sola, como yo, y he pensado hacerlo. ¿ Te conozco ?

Entonces le miré más detenidamente y mis ojos se pararon en uno de sus brazos, probablemente  había llamado mi atención con ese brazo ortopédico que tenía.  Nos  apartamos para no estorbar a la gente que no paraba quieta, y fuimos hasta el escaparate de un comercio, y allí a la luz, vi que en su rostro había cicatrices y volví a mirar el brazo.  No quería hacerlo para no perturbarlo, pero se dio cuenta, y me dijo:

- Reliquias de una guerra absurda una granada me destrozó el brazo y me hirió en el rostro. Sé que impacta un poco, pero no te preocupes, ya está superado.

No sabía qué decir. ¿ Debía identificarme ? Si, creo que sí.  Y lo hice:

- No me recuerdas, pero te conozco y ha sido una casualidad que nos hayamos encontrado, hoy, precisamente, y en este lugar.  Nos vimos por primera vez en casa de mis padres, tal día como hoy; estabas de permiso, me imagino que de esa guerra que te dejó herido.

- ¡ Tú eres la chiquilla aquella !

- Si-,  respondí tímida.  Tenía ganas de decirle que me había impactado y que no había conseguido sacarle de mi cabeza a pesar del tiempo transcurrido. 

Él se acercó más a mí y con su brazo útil, tomó mi cara y me besó tan profundamente que aún lo recuerdo  a pesar del tiempo que ha pasado.  Hoy es mi marido y tenemos dos hijos.




Autoría:  1996rosafermu
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