La mecedora

Una llamada de teléfono nos despertó a todos de golpe.  Mamá se levantó presta a atender la llamada. Sólo pronunció "dígame".  Después el silencio.  Todos seguimos en la cama pensando quizá que sería una equivocación, pero el sonido seco, al colgar, y la quietud de ella después, me hizo comprender que no era un error, sino algo más que le había impresionado.

Me levanté y fuí hasta el salón, en donde mi madre permanecía sentada, blanca, muy blanca, y con la mirada perdida en el infinito

- Mamá ¿ que te ocurre?

Ella me miró sin verme, pero comprendí en el acto que algo terrible le habían comunicado

-Se ha ido

- ¿ Quién se ha ido ? - pregunté, pensando que se había trastornado

- La abuela, mi madre:  ha muerto

Lo siguiente fue incredulidad.  No era posible , no estaba enferma. Hacía una semana que habíamos ido a verla a la residencia y estaba contenta, jovial, como era ella. Además no era tan mayor. Y ahora ya no está.  El resto de la familia se levantaron también, sin poder creer lo acababan de oír.

" No pudimos hacer nada por ella, lo siento " - Es lo que la directora de la residencia nos dijo, escuetamente.

 Hoy, hemos ido a su casa, semi abandonada desde que  a ella la ingresamos en la residencia.  Todo estaba igual que ella lo dejó.  Siempre se preocupaba por sus cosas: sus fotos, sus muebles, su cocina. Esa cocina en que tantas veces nos dió de comer cuando éramos pequeños mientras mis padres acudían al trabajo. O los desayunos apresurados porque se nos hacía tarde para ir al colegio.  Todos esos recuerdos acudieron a mi mente tan nítidos como si los estuviera viviendo en ese instante. El salón permanecía ordenado, como ella lo dejó antes de que papá la recogiera para ir a vivir a otro lugar frío y atado a unas reglas de cumplimiento:

- No puedes estar sola y nosotros tenemos que trabajar - .Fueron las palabras que mi padre la dijo cuando la recogió, con su pequeña maletita en la mano

Los ojos se me llenaron de lágrimas al pensar que no la vería más. Que no podría tomarla de la mano. Que no estuvimos ninguno de nosotros en esa hora suprema.  Que había muerto sola, sin nuestra compañía, sin un beso nuestro que se llevase.

En un rincón del salón vi su mecedora, quieta, estática, cuyo signo de vida era una pequeña manta a cuadros, su manta, que se ponía por las piernas, mientras  acunaba a cualquiera de nosotros, a sus nietos, para dormirnos.  Y de repente, todos esos objetos inanimados, cobraron vida, y la veía ir de una habitación a otra llamándonos para que nos vistiéramos pronto, ya que la hora del colegio se acercaba y nosotros aún en la cama. Y de nuevo escuché mi propio grito:

- ¡ Que pesada eres ! Ya vooooy.

Y ahora no estaba. Y se había ido sola en la fría habitación de una residencia porque en casa no teníamos sitio para ella. Ella que dejó a un lado su vida al quedarse viuda, para vivir la nuestra, para ayudarnos, para darnos su infinito amor. .. Y se había muerto sola. ¿ Se daría cuenta de que estaba sola ?

Instintivamente apoyé mi mano en el brazo de la mecedora, y de nuevo chirrió su madera y la volví a ver con uno de nosotros en los brazos, probablemente el último nieto nacido. y le besaba en la frente y le apretaba suavemente contra ella y sonreía feliz.

"Hemos tenido varios enfermos con la pandemia y se han contagiado, entre ellos su madre. Nada pudimos hacer por ella "

Y esas palabras fueron puñales en mi cabeza que jamás olvidaría, y miré a mis padres como si fuera la primera vez, como a desconocidos. Y sentí el dolor de mi madre e imaginé lo que sería para mí si ella me faltase. Y me hice una promesa:  "jamás me separaré de vosotros, bajo ninguna circunstancia. Pase lo que pase en mi vida, siempre tendréis un hueco en mi casa".

Ni siquiera podemos darle un entierro con despedida, tan sólo depositar unas flores en su tumba.Veloces pasan por mi cabeza todos los años que viví junto a ella, mientras lejanamente, escucho las palabras de consuelo de algún sacerdote, dedicadas a las familias en nuestra misma situación.  Pero eso no me sirve de consuelo, al contrario me enfurece.  Hay miles de preguntas en mi cabeza que no obtendrán respuesta. Ahora toca consolar a mi madre que está deshecha de dolor, y guardármelas para mi.  Quizás algún día sepa las respuestas.

 < A LOS ABUELOS QUE SE FUERON EN SILENCIO >



Autora: 1996rosafermu
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